Proverbios 11:28

Aunque no se dé cuenta, la vida es una lucha perpetua para mantener el equilibrio entre varias fuerzas opuestas. Durante los siguientes días, examinaremos algunos extremos comunes que amenazan quitarnos ese equilibrio. El primero es la lucha entre la adversidad y la prosperidad.
Con respecto a los defectos de la adversidad, los sabios de Israel escribieron:

Si desmayas en el día de la dificultad, también tu fuerza se reducirá (Proverbios 24:10).

El término que se utiliza para «dificultad» en este texto describe un confinamiento o una contrición. Un lugar muy pequeño para que sea habitado cómodamente.

La expresión «entre la espada y la pared» es muy apropiada aquí. Este proverbio nos aconseja no desmayar o, de manera más precisa, no recaer.

Si lo hacemos, desperdiciamos la fuerza que nos ayudaría a escapar. En otras palabras, cuando cedemos a nuestros temores, permitimos que aquello que nos da miedo se convierta en realidad. Y de acuerdo con Proverbios 24:5, «más vale el sabio que el fuerte y el hombre de conocimiento que el de vigor».

Si me permite decirlo abiertamente, ceder es una tontería.

Cuando la adversidad nos presiona, pensemos en la supervivencia como nuestra meta principal. Ni siquiera piense en la idea de rendirse. Más bien, haga que esa adversidad genere en usted persistencia e ingenio para sobrepasarla. La adversidad hace que busquemos en nuestro carácter interior una solución. Con frecuencia un depósito de fortaleza interna.

Hay otro problema, y este es más sutil. El problema puede venir al encontrarnos con la prosperidad, lo opuesto a la adversidad. Cuando las cosas suceden fácilmente, cuando hay mucho dinero, cuando todos aplauden, cuando todo parece estar alineado y todo parece marchar bien, debemos ser más cautelosos. ¿Por qué? Porque en momentos de prosperidad, la vida puede, sutilmente, volverse complicada. La integridad es atacada. La humildad puesta a prueba. La fe desafinada.

Proverbios nos advierte diciendo:
«El que confía en sus riquezas caerá, pero los justos reverdecerán como follaje» (Proverbios 11:28).

Este texto utiliza la palabra «confiar» dando a entender que se trata de una persona que se siente segura, que tiene confianza y depende de algo. Cuando sufrimos adversidad, nos volvemos introspectivos, analizamos nuestras motivaciones y decisiones tratando de satisfacernos a nosotros mismos y diciéndonos que no merecemos esas circunstancias poco placenteras. Pero cuando la vida va bien, tendemos a preocuparnos menos por nuestro comportamiento y, si no tenemos cuidado, podemos comenzar a sentirnos indestructibles. Nuestra prosperidad parece un escudo contra la calamidad. Hasta podemos caer en el error de creer que nuestra riqueza es la prueba de que Dios está de acuerdo con nuestro comportamiento y empezamos a desarrollar un sentido de arrogancia.

La sabiduría nos dice que nos enfoquemos en nuestras circunstancias, ya sean de adversidad o de prosperidad, sino que encontremos el equilibrio en hacer lo que es correcto. Los «justos», en el versículo 28, son aquellos que siguen y aplican constantemente los parámetros morales de Dios a pesar de las circunstancias.

Reflexión: Si usted es como la mayoría de las personas, su vida es una mezcla de adversidad y prosperidad. Haga dos listas: una que describa forma en que sufre la adversidad y otra sobre formas en las que se siente próspero. ¿De qué forma se siente tentado a abandonar el comportamiento justo en cada circunstancia? Tome ahora la resolución de hacer lo correcto como respuesta a cada tentación.