Proverbios 9, 10, 16, 19, 21

A primera vista, la lista de los proverbios del Antiguo Testamento puede parecer una mezcolanza de pensamientos al azar. Sin embargo, al analizarlos más de cerca, esos proverbios revelan un tema común que tendemos a ignorar o pasar por alto. Me refiero a la soberanía absoluta de Dios sobre su creación.

Cuando hablo de soberanía, me refiero al derecho de Dios como Rey del universo para gobernar de la forma en que le plazca, sin cuestionar nada, sin limitación, responsabilidad o resistencia.

La soberanía es un concepto difícil de aceptar en esta época de democracia y de leyes. Las civilizaciones antiguas comprendían muy bien el concepto de soberanía absoluta. En esos días, los gobernadores dirigían bajo su propia discreción sin consultar a nadie y sus decisiones eran absolutas. Los reyes no tenían que pedir permiso a nadie, y el código moral de la tierra se determinaba por lo que ellos decían que era bueno o malo. Cuando dos personas tenían una disputa, presentaban su caso ante el rey, quien lo resolvía mediante el parámetro que él escogía, aun cuando este parámetro cambiaria diariamente basado en cómo se sentía ese día. Su decisión era final; su palabra era la ley. Las personas temblaban ante reyes ignorantes egoístas y ambiciosos, y deseaban tener reyes generosos y gobernadores sabios.

Dios es totalmente soberano. Un rey humano puede ser asesinado, derrotado o invadido pero Dios no puede morir ni nadie puede quitarle su trono. Nadie está por encima de Él. Su reinado es absoluto, Sus decisiones permanentes. Nuestro código moral —la definición de lo que es bueno o malo— ha sido determinado por Su carácter justo e inmutable. Todos debemos conformarnos a Su parámetro o sufrir las consecuencias de esa rebelión. Afortunadamente, nuestro Rey Omnipotente es bueno, bondadoso, misericordioso y paciente.

Los problemas comienzan, sin embargo, cuando nuestros deseos entran en conflicto con los de Dios y rehusamos reconocer Su soberanía. Rehusamos reconocer Su derecho de gobernar Su creación.

Reflexión: Aceptar el derecho incuestionable y absoluto de Dios de dirigirnos es finalmente, una cuestión de confianza. ¿Confía en Dios? Cuando la voluntad de Dios entra en conflicto con sus propios deseos, ¿confía en Él? ¿Qué tan difícil es para usted hacer a un lado su propia percepción y razonamiento para dar a Dios el beneficio de la duda? ¿De qué forma cree que sus relaciones humanas influyen en su confianza en Dios?

Aceptar el derecho incuestionable y absoluto de Dios de dirigirnos es finalmente, una cuestión de confianza.

Charles R. Swindoll Tweet esto

Adaptado del libro, Viviendo los Proverbios (Editorial Mundo Hispano, 2014). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmundohispano.org). Copyright © 2018 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.