1 Samuel 21: 10—22:2, Salmo 142

David había llegado finalmente a su peor momento. Este era el punto más bajo en toda su vida hasta ahora, y si usted quiere saber cómo se sentía en realidad, solo tiene que leer el Salmo 42, el cual  compuso durante eso días.

¿Puede usted sentir la soledad de ese apartado lugar? ¿La humedad de esa cueva? ¿Puede sentir el desaliento de David? ¿Las profundidades en que se encuentra hundida su vida? No hay forma de evitarlo. No le queda nada. Nada.

Pero en medio de todo esto, David no ha perdido de vista a Dios. Clama al Señor que lo rescate. Es aquí donde podemos ver el verdadero corazón de este hombre, el lugar interior que solo Dios ve realmente, esa cualidad invisible que Dios vio cuando eligió y ungió al joven pastor de ovejas de Belén.

David ha sido llevado al lugar donde Dios puede realmente comenzar a moldearlo y utilizarlo. Cuando el Dios soberano nos reduce a la nada, es para redirigir nuestra vida, no para ponerle fin. La perspectiva humana dice: «¡Ajá! Perdiste esto, perdiste aquello. Causaste esto, causaste aquello. Arruinaste esto, arruinaste aquello. ¡Acaba de una buena vez con tu vida!» Pero Dios dice: «No, no lo hagas. Tú estás ahora en una cueva, pero eso no significa que es el fin . Esto significa que es el momento de dar un nuevo rumbo a la vida. ¡Ahora es el momento de comenzar de nuevo!» Esto es exactamente lo que Él hace con David.

Tenemos a un David quebrantado, al final de la cuerda, sin ninguna ayuda. . . con el espíritu deshecho. ¿Y quiénes vienen a él? Sus mismos hermanos y su padre, junto con el resto de la familia. A veces, usted no puede soportar estar con otras personas. Detesta reconocerlo públicamente, en realidad, usted generalmente no lo reconoce. Pero es cierto, a veces, usted desea simplemente estar solo. Y tengo la sensación de que en ese momento de su vida, David no quería tener a nadie alrededor de él. Porque si él no se consideraba de valor para sí mismo, no veía valor para los demás.

David no quería tener a sus parientes cerca, pero ellos vinieron. No los quería allí, pero Dios los trajo de todas maneras. Me encanta el hecho de que ellos se metieran a rastras en esa cueva con él.

Adaptado del libro, Buenos Días con Buenos Amigos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2007). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright © 2019 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.