«Perdónalos»

Hechos 15: 35—41

En la cruz del Calvario, con labios ensangrentados, agrietados e hinchados por el sol del mediodía, Jesús logra expresar la frase «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen», de esta manera Él intercedió por sus enemigos. ¡Qué ejemplo tan admirable de perdón!

Jesús pago en su totalidad la deuda por los pecados del mundo, el justo por los injustos. El resultado de su muerte expiatoria fue la reconciliación entre Dios y el hombre. Él es nuestro modelo para resolver correctamente las disputas. Básicamente, es cuestión de perdonar.

«Padre, perdónalos . . .»

¡Qué manera tan excelente de vivir!

Antes de seguir adelante, es posible que usted necesite hacer una reflexión sincera. Le invito a reexaminar su pasado herido que no ha sido sanado. Es posible que eso haya sucedido hace muchos años; puede traerle a la mente el rostro de un padre o una madre, de un hijo, de un amigo, de un excónyuge, de un compañero de trabajo, de un jefe, de un entrenador deportivo, de un Pastor o de un hermano. Algunas de estas personas le ha herido, y el dolor ha estado allí latente durante años. Usted no puede, ni siquiera, oír su nombre o ver su fotografía sin sentir que la ira y el temor le inundan el alma como un río que se desborda por sus orillas.

Hermano o hermana, es la ocasión de seguir adelante. Busque una solución. Consiga la ayuda de alguien, si tiene que hacerlo. Pero haga algo. Haga lo que sea necesario para quedar libre.

Le invito ahora mismo a venir al pie de la Cruz, a mirar a Jesús y a decírselo todo. Véalo colgando, sangrando y moribundo, y acepte su perdón, tanto para usted como para su enemigo. Al perdonarle, usted no está condonando su pecado. Simplemente, está dejando el asunto en manos de Dios. Eso le corresponde a Él, no a usted. Eso es lo que se llama gracia, y usted puede darla a los demás, porque usted tampoco lo merece.

¿Quiere ocuparse en algo? Póngase a hacer esto antes de que sea demasiado tarde y pierda el rumbo.