1 Reyes 17: 5—7

Elías estaba en una situación difícil. Una situación en la que su vida estaba en riesgo. El arroyo se había secado. ¿Es que Dios se había olvidado de su fiel siervo? ¿Se ha olvidado Dios de usted? ¿Lo ha dejado solo?

El Dios que da el agua puede también negar el agua. Ese es su derecho soberano.

Nuestros sentimientos humanos nos dicen que una vez que nuestro fiel Padre celestial da agua, no debe negarla nunca. Que no sería justo. Que una vez que nos da una esposa o esposo, nunca debe llevárselo. Que una vez que nos da un buen negocio, no tiene derecho a arrancárnoslo. Que una vez que nos da un pastor, nunca debe llamarlo a servir en otro lugar. Que una vez que nos da un crecimiento rápido y mucha satisfacción en un ministerio, no tiene ningún derecho a presentarse y decirnos: «Espera un momento. No hay ninguna necesidad de que crezcas más. Permíteme ahora darte a ti una mayor profundidad espiritual». Pero muy por el contrario, ¡él tiene todo el derecho!

Cuando nos encontramos en situaciones difíciles, tendemos a sentirnos abandonados, a volvernos resentidos, y a pensar: ¿Cómo pudo Dios abandonarme? En realidad, es todo lo contrario. En tiempos de prueba es cuando somos, más que nunca, el objeto de Su preocupación.

Dios le dice, en medio de su arroyo seco: «He aquí que en las palmas de mis manos te tengo grabada; tú estás siempre delante de mí». Luego, él utiliza esa hermosa imagen de una joven madre con su nuevo bebé, y nos sorprende con un recordatorio muy real: «¿Acaso se olvidaría la mujer de su bebé, y dejará de compadecerse del hijo de su vientre?» Usted no pensaría que eso puede ocurrir, ¿verdad? Pero vea las historia de la prensa y sabrá cuántas mujeres hacen precisamente eso. Dejan a sus bebés en contenedores de basuras. Abandonan a sus pequeños bebés, y a veces hasta abusan de ellos, los torturan o los matan. Sí, por más inimaginable que parezca, hasta una madre puede olvidarse de su niño de pecho. Pero he aquí la gran verdad: Dios no es así. ¡Él no es así! Él nunca nos olvidará, porque nuestros nombres están siempre grabados en las palmas de sus manos. Haga una pausa, y deje que este pensamiento le invada profundamente.

Adaptado del libro, Buenos Días con Buenos Amigos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2007). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright © 2019 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.