1 Samuel 24: 8—22

Todo esto me ofrece tres principios útiles para saber cómo vivir cuando se trata de la tentación más sutil de la vida. Vale la pena recordar cada uno de ellos cuando seamos víctimas del maltrato.

Primero: Puesto que el hombre se ha corrompido, espere ser maltratado. La misma naturaleza que latía en el corazón de Saúl, late en el corazón de toda persona, incluso en el suyo. Si nuestra vida es carnal, responderemos como Saúl. O, si usted es la persona que está cometiendo el maltrato, acepte su responsabilidad, y llámelo por su nombre: pecado.

Segundo: Puesto que el maltrato es inevitable, espere tener sentimientos de venganza. No le estoy diciendo que tome la revancha. Lo que estoy diciendo es que espere tener resentimientos de venganza, porque puede tener la seguridad de que vendrán. Es la naturaleza de pecado que hay en nosotros.

Manejar bien el maltrato no se consigue de manera natural. Por eso las palabras de Jesús son revolucionarias: «Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos», no como ellos hacen con vosotros. Es rara la persona que no tome la revancha, o por lo menos que no quiera hacerlo.

Tercero: Puesto que el deseo de vengarse es predecible, no se deje llevar por la carne. Eso explica la razón por la que David logró la victoria. Sus hombres le dijeron: «Mátalo David», y estoy convencido de que casi lo hizo. Pero cuando se acercó al rey tuvo miedo, y solo cortó un pedazo del manto en vez de hundir el cuchillo en la espalda de Saúl. Después hizo lo correcto.

Dejemos esta escena del pasado y veamos cómo podemos aplicar estar verdad hoy, a su vida y a la mía. Si usted está resentido por la manera como alguien le ha tratado, si usted tiene algo en contra de esa persona, esperando poder vengarse, necesita poder pedirle a Dios que le libre de ese yugo. ¿El secreto? Muy sencillo: ¡perdonar! Reclame el poder de Dios para perdonar por medio de Jesucristo. Comience pidiéndole perdón por haber tratado de justificarse y por cultivar esa profunda raíz de amargura dentro de su corazón. Pídale que le muestre toda su fealdad, y que la destruya. Jesucristo, quien se sometió al dolor y el sufrimiento, y pasó por la cruz por usted y por mí, puede darnos el poder que necesitamos para vencer la peor clase de enfermedad que hay en la vida.

Adaptado del libro, Buenos Días con Buenos Amigos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2007). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright © 2019 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.