¿Alguna vez se ha sentido como si Dios no estuviera usando su ministerio? ¿Alguna vez se ha sentido olvidado en la sombras? Quiero darle una dosis fresca de esperanza. Para lograr esto, permítame sugerirle cuatro principios.

Primero, cuando Dios nos prepara para el ministerio efectivo, incluye lo que nosotros preferiríamos omitir: un período de espera. Eso cultiva paciencia. Al escribir estas palabras, se me ocurre que nunca he conocido a ningún joven que sea paciente. (Para ser franco, tampoco he conocido a muchos viejos que sean pacientes). Todos estamos apurados. No nos gusta perdernos ni siquiera un panel de una puerta giratoria. La paciencia es difícil en una sociedad acelerada. Sin embargo, es una cualidad esencial para el ministerio, y se la cultiva solo en períodos extensos de espera. En la mayoría de casos, Dios la impone.

Segundo, conforme Dios nos hace esperar, escondiéndonos a Su sombra, nos muestra que no somos indispensables. Eso nos hace humildes. Una razón principal por la que el Señor nos saca y nos hace esperar a Su sombra es recordarnos que no somos la atracción estelar. No somos indispensables. Darnos cuenta de eso cultiva genuina humildad.

Tercero, mientras Dios nos esconde, nos revela dimensiones de Sí mismo y nuevas perspectivas respecto al ministerio. Eso nos da profundidad. Lo que más necesitamos hoy no son personas más ingeniosas o más atareadas. Una necesidad mucho mayor es de personas de mayor profundidad. Las personas de profundidad siempre tendrán un ministerio. Dios siempre nos profundiza en el tiempo que pasamos esperando en Él.

Cuarto, cuando Dios finalmente escoge usarnos, viene en el momento menos esperado, cuando nos sentimos menos cualificados. Eso nos hace eficaces. El arreglo perfecto para un ministerio duradero, efectivo, empieza con sorpresa. «¿Yo? ¿Estás seguro de que no quieres a otro?» Esa es la idea. Es refrescante, en esta edad de alta eficiencia, hallar a unos pocos que todavía se sorprenden por la manera en que Dios los utiliza.

Una parte de la mejor obra de Dios empieza en el corazón del pastor. Paciencia . . . humildad . . . y profundidad. Haga de esto su ambición, aun cuando se sienta como estando en las sombras. Solo Dios está a cargo de los resultados.