Sin llegar a convertirme innecesariamente en un académico,  quiero definir una expresión que he utilizado con frecuencia. ¿Qué quiero decir cuando declaro que el creyente tiene libertad? Esencialmente, la libertad nos deja libre de algo y libre para hacer algo.

La libertad es ser libre de la esclavitud y de la servidumbre. Es inicialmente libertad del poder y de la culpa del pecado. Es libertad de la ira de Dios. Es libertad de la autoridad satánica y demoniaca. E igualmente importante, es libertad de la vergüenza que tan fácilmente pudiera atarme, así como también libertad de la tiranía de las opiniones, obligaciones y expectativas de otros.

Hubo un tiempo en mi vida sin Cristo cuando no tenía libertad de los deseos e impulsos internos. Estaba a merced de mi amo Satanás y el pecado era mi estilo de vida. Cuando los impulsos surgían por dentro, no tenía nada que me contuviera, nada que me restringiera. Era una esclavitud horrible.

Por ejemplo, en mi vida personal los celos me controlaron por muchos años haciéndome completamente infeliz. Consumían mi vida. Servía de la misma manera como un esclavo sirve a su dueño. Entonces llegó el día cuando fui despertado espiritualmente a la encantadora gracia de Dios y le permití que asumiera todo el control, y casi antes de que me diera cuenta los celos murieron. Sentí por primera vez, tal vez en toda mi vida, el verdadero amor; el gozo, el romance, la espontaneidad, la creatividad libre producida por la gracia de una esposa fiel, que me amaba pasara lo que pasara, que estaba comprometida a mí en fidelidad por toda su vida. Ese amor y ese compromiso me motivaron a amar a mi vez más libremente que nunca. Ya no amaba debido al temor de perderla, sino que amaba debido al gozo y la bendición conectados con ser amado incondicionalmente y sin restricciones.

Ahora que Cristo ha venido a mi vida, y he sido despertado a Su gracia, Él ha provisto libertad de ese tipo de esclavitud al pecado. Y junto con eso viene una libertad que trae una intrepidez, casi un sentido de invencibilidad en presencia de la adversidad. Este poder, tenga presente, se debe a Cristo, que vive en mí.

Además, también ha traído una libertad gloriosa de la maldición de la ley. Con esto quiero decir libertad de la constancia de sus exigencias a desempeñarse para agradar a Dios o a otros. Es libertad del temor de la condenación ante Dios así como también de una conciencia acusadora. Libertad de las demandas de otros, y de todas las obligaciones y exigencias del público en general.

Tal libertad es motivada por el amor incondicional. Cuando la gracia de Cristo se despierta por completo en la vida de uno, uno ya no se halla haciendo algo por el temor, o a la vergüenza, o la culpa, sino haciéndolo por amor. La horrenda tiranía de actuar con fin de agradar a alguien se acabó . . . para siempre.

La gracia también trae libertad para algo más: libertad para disfrutar de los derechos y privilegios de estar fuera de la esclavitud y de conceder a otros tal libertad. Es libertad para disfrutar y experimentar una nueva clase de poder que sólo Cristo puede dar. Es libertad para llegar a ser todo lo que Él propuso que yo sea, independientemente de cómo Él dirija a otros. Puedo ser yo, plena y libremente. Es libertad para conocer a Dios de una manera independiente y personal. Y esa libertad entonces es dada a otros a fin de que ellos puedan ser todo lo que se supone que deben ser; ¡diferentes de mí!

Como ve, Dios no está produciendo creyentes con un molde de galletas por todo el mundo a fin de que todos pensemos igual, y nos veamos igual, y sonemos igual y actuemos igual. El cuerpo tiene variedad. Nunca fue el propósito que todos tengamos el mismo temperamento, y usemos el mismo vocabulario, y esbocemos la misma sonrisa melosa, y nos vistamos con el mismo vestido y desempeñemos el mismo ministerio. Repito: a Dios le agrada la variedad. Esta libertad para ser lo que somos no es nada menos que magnifica. Es libertad para tomar decisiones, libertad para conocer la voluntad de Dios, libertad para andar en ella, libertad para que yo obedezca Su dirección en mi vida y usted las suyas. Una vez que uno ha probado esa libertad, ninguna otra cosa satisface.

Tal vez debería volver a recalcar que es una libertad por la que usted tendrá que luchar. ¿Por qué? Porque las filas del cristianismo están llenas de aquellos que comparan, y a quienes les encanta controlarlo y manipularlo para que usted sea igual de infeliz como ellos. Después de todo, si ellos están determinados a ser “rígidos, sombríos, aburridos e inquietos,” entonces esperan que usted sea igual. “A la miseria le encanta la compañía” es el lema tácito de los legalistas, aunque jamás lo admitirían.

Adaptado de The Grace Awakening Devotional, Charles R. Swindoll, © 2003, Thomas Nelson, Inc., Nashville, Tennessee. Reservados todos los derechos.