El mensaje de Pablo enfatizaba el Evangelio a los perdidos y gracia a los salvos. Este es un ejemplo excelente que puede adoptar cualquier pastor o ministerio. Tras haber estudiado la vida de Pablo, particularmente sus últimos años, encuentro dos temas predominantes en todo el entramado de su ministerio

Primero: A los perdidos les presentaba el Evangelio:

“Por tanto, hermanos, sabed que por medio de Él os es anunciado el perdón de los pecados; y que de todas las cosas de que no pudisteis ser justificados por la ley de Moisés, por medio de Él, todo aquel que cree es justificado” (Hechos 13:38, 39).

Imagine el impacto que harían nuestras iglesias en nuestras comunidades, si cada cristiano se dedicara a compartir el Evangelio una vez a la semana con alguien que expresara una necesidad.

Segundo: Su mensaje tenía una gran dosis de gracia para los salvos. Así como los perdidos no entienden el Evangelio, los salvos rara vez entienden la gracia. Pocas actividades son más agotadoras y menos productivas que el intento de los cristianos por tratar de complacer a quienes les rodean tratando de cumplir con demandas legalistas absurdas. Es una trampa muy trágica, en la cual hay miles atrapados. ¡La gracia nos ha hecho libres! Ese mensaje fluía siempre de los sermones y del testimonio personal del apóstol Pablo.

Los perdidos necesitan oír cómo pueden ir de su isla de escombros, llena de miseria y de culpa, a una tierra de paz y de perdón en la que fluyen la gracia y la misericordia. Construimos esos puentes cuando comunicamos el Evangelio con amor y paciencia. Usted no tiene que haber estudiado en un seminario. No tiene que conocer una gran cantidad de vocabulario religioso. Comparta de manera auténtica, honesta y candorosa lo que Cristo ha hecho por usted. A lo mejor no transcurre mucho tiempo sin que conozca la alegría de conducir a un pecador perdido de la oscuridad del encierro de la muerte, a la esperanza liberadora de una nueva vida en Cristo. Y después que haya llegado aquí, déjelo en libertad. Déjelo en la grandiosa libertad que da la gracia. No lo asfixie con un montón de normas y reglas que lo que hacen es ponerlos en libertad condicional y mantenerlos en esa especie de retén temporal hasta que “enderece su vida”. La santidad sólo es obra del Espíritu Santo. Lo que le corresponde a usted es ser fiel presentando el Evangelio a los perdidos y la gracia a los salvos. Después de esto, deje los resultados en manos del Señor.

Tomado del libro Buenos Días con Buenos Amigos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2007). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright © 2014 por Charles R. Swindoll Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.