Durante los días que serví como pastor en Nueva Inglaterra, escuché de un maestro quien le pasó a un grupo de estudiantes de secundaria una prueba de la Biblia. Esta prueba precedía a un curso llamado: La Biblia Como Literatura; el cual planeaba enseñar en una secundaria que era considerada una de las mejores secundarias de la nación. Algunas de las respuestas más asombrosas de estos estudiantes fueron las siguientes:

  1. Sodoma y Gomorra fueron amantes.
  2. Jezabel fue el asno de Acab.

Algunos estudiantes pensaron que los cuatro jinetes aparecían en la Acrópolis, que los evangelios del Nuevo Testamento fueron escritos por Mateo, Marcos, Lutero, y Juan. . .que Eva fue creada de una manzana y que Jesús fue bautizado por Moisés. ¡En serio! La respuesta que se ganó el premio mayor fue una dada por un chico que era parte del cinco por ciento que tenían el promedio más alto de los que se graduaban.

La pregunta: ¿Qué fue el Gólgota?
La respuesta: Gólgota fue el nombre del gigante que mató al apóstol David.

Si no fuera tan triste, sería muy chistoso. ¿No es asombrosa la falta de educación que tiene el ciudadano común y corriente de la palabra escrita de Dios? En una tierra llena de iglesias y capillas, templos y tabernáculos, sólo hay un insignificante puño de estudiantes con conocimiento del Libro de libros. Tenemos la Escritura con tapa dura, en edición rústica, en tela, y en piel. . .versiones y paráfrasis demasiado numerosas para contar. . .ediciones con letra roja, con letra grande, grandes como diccionarios y pequeñas como microchips. . .y aun así, al pasar de los años una generación tras otra le hereda a la que le sigue su analfabetismo bíblico.

El conocimiento técnico y pericia científica de nuestra nación eclipsan horriblemente nuestro conocimiento básico de la Biblia; ocasionando que nos adentremos a un era similar a la de la edad prehistórica cuando las copias de la Escritura eran encadenadas al púlpito en latín—el idioma privado del clero . . . cuando se le mantenía al público completamente ignorante de las enseñanzas de la verdad transformadora. Pero veo una gran diferencia: en aquella época, la ignorancia bíblica era forzada. . .en nuestro día es voluntaria. Ahí está el detalle más triste de todo.

¿Quién tiene la culpa? ¿Quién merece tener el dedo acusador señalándole? Algunos dirían que la culpa cae sobre los seminarios del mundo. Verdaderamente una parte del problema sí descansa allí. Hoy en día, en nuestro mundo, encontramos que algunos profesores de seminarios ya no se afianzan a ciertas verdades fundamentales como son la deidad de Jesús, Su muerte en sustitución por la nuestra, o Su segunda venida. Y aunque esto nos moleste, estamos agradecidos por seminarios que continúan poniendo su enfoque en el lugar indicado . . . enseñando y predicando toda la Palabra de Dios.

Otros escogen culpar a los púlpitos de nuestra tierra. La predicación débil puede dañar mucho a una congregación. He dicho durante años que un poco de bruma en el púlpito causa invariablemente una neblina en la congregación. Demasiados predicadores se están especializando en un estilo de predicación vacía, con mucho sazón y condimento, pero sin ninguna proteína o sustancia. Nuestros predicadores deben volver a su responsabilidad primaria: proclamar la Escritura a las personas de Dios y dirigir el camino a la reconciliación con Él.

Aun otros culpan a este sistema satánico y presurizados que llamamos mundo; esta sociedad, con sus súplicas persuasivas y argumentos académicos que nos acusan de tener una “creencia fanática e insensata de la Biblia”. Los cuales nos dicen que si abrazamos las verdades bíblicas, cometemos un suicidio intelectual. Pero los sepultureros que promueven esta mentira no tienen nada que ofrecer en lugar de la Biblia más que una tumba. . .un hoyo frío en el suelo.

Pero a fin de cuentas, la ignorancia bíblica es una elección personalsu elección. Se necesita de su labor para ocasionar un cambio . . . así es, se necesita de su acción inmediata.

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