Hace más de 30 años aprendí que los pensamientos se desenredan por sí mismos . . . por los labios y por las puntas de los dedos. Y casi cada vez que he puesto esto a prueba ¡funciona! Cada vez que tengo dificultad para comprender lo complicado o aclarar lo complejo, lo hablo en voz alta y lo escribo. Esto es especialmente útil cuando se trata de la verdad bíblica. Por alguna razón extraña el cerebro humano parece renuente a retener la información divina simplemente al oírla.

Considere la importancia del gozo, por ejemplo; o, más específicamente, dar a Dios con alegría. Segunda a los Corintios 9:7 dice: “Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre.”

Mire de nuevo a esas palabras finales: “Dios ama al dador alegre.” El significado original de la palabra que se traduce “alegre” es animadísimo, y es la única vez que se la halla en el Nuevo Testamento. Es el dador animadísimo a quien Dios aprecia.

Puedo pensar en otros dos ejemplos de dadores animadísimos en el Nuevo Testamento: un hombre llamado Onesíforo que “muchas veces confortó” a Pablo (2 Timoteo 1:16-18); y la iglesia de los filipenses, que contribuyó generosamente para las necesidades de Pablo (Filipenses 4:14-16).

Ahora bien, ¿cómo se traduce esto en mi vida diaria? ¿De qué manera estos pensamientos se desenredan por sí mismos para convertirse en parte significativa de nuestra vida? Me gustaría darle cuatro sugerencias en cuanto a las maneras en que podemos instilar alegría en nuestro ofrendar.

Reflexione en las dádivas que Dios le da.

¿No ha sido Él bueno? Por cierto que lo ha sido para mí. ¡Mejor de lo que me merezco! Mi lista incluye buena salud, familia armoniosa, suficiente comida, ropa y techo; amigos, un gran trabajo. A la luz de la imponente gracia de Dios, un corazón alegre y generosidad de mano abierta parecen ser las respuestas más naturales.

Recuerde las promesas divinas respecto a la generosidad.

Traiga a memoria los principios bíblicos que prometen una cosecha abundante a los que siembran generosamente. Jesús mismo dijo que es mucho más bienaventurado dar que recibir. Las cosechas abundantes son la especialidad de Dios, así que no tenemos nada que nos impida sembrar a lo máximo. Una fe así honra a Dios.

Examine su corazón.

Esto es algo que nadie más puede hacer por usted. Nadie sabe la combinación de su caja privada de seguridad. Sólo usted puede examinar su contenido haciendo las preguntas difíciles: ¿Creo en realidad en las promesas de Dios en cuanto a dar generosamente? ¿Cual es la razón por la que estoy respondiendo? ¿Es porque me intereso o porque me siento culpable? ¿Son mis ofrendas proporcionadas a mis ingresos? ¿He orado, o doy simplemente por impulso? ¿Soy un dador consistente, o más tibio que nada?

Glorifique a Dios siendo un dador generoso.

Dios alaba la generosidad, especialmente la generosidad gozosa. Tal vez necesitamos romper el hábito de ser tan conservadores, tan cuidadosos. Tal vez necesitamos “asustarnos” nosotros mismos con acciones de generosidad . . . ser extravagantes, por así decirlo, y genuinamente confiar en que Dios honrará nuestra fe financiera.

Pues bien, ahí lo tiene. Apenas una aclaración de algo de labios y puntas de dedos. Me ha ayudado a repasar esto. Espero que le haya ayudado a usted también. Como sabe, todos seríamos sabios al considerar nuestra renuencia para sacrificarnos financieramente por causa de Cristo. Después de todo, nuestra meta es la generosidad gozosa, ¿no es así?

Adaptado de Charles R. Swindoll, “Joyful Generosity,” en The Finishing Touch: Becoming God’s Masterpiece (Dallas: Word, 1994), 100-101. Copyright © 1994 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos. Usado con permiso.