El liderazgo es influencia. Al punto en que influimos en otros, los dirigimos. Un oficial de la armada británica implicó eso cuando escribió:

El liderazgo es la capacidad y voluntad de reunir a hombres y mujeres para un propósito común, y el carácter que inspira confianza.

Podríamos dar los nombres de muchas personas grandes que hicieron precisamente eso, sean de personal militar, entrenadores de atletismo, figuras políticas, ejecutivos de negocios, vendedores, o estadistas espirituales. La influencia describe mejor los efectos de sus vidas.

Si se me pidiera que dijera algunas de las cualidades o características estándar que por lo general se hallan en los líderes natos, mencionaría:

  • Entusiasmo
  • Persistencia
  • Carácter competitivo
  • Visión
  • Independencia
  • Espíritu de aventura
  • Decisión
  • Flexibilidad
  • Sentido del humor
  • Pragmatismo
  • Ambición
  • Conocimiento
  • Carácter Inquisitivo
  • Carácter Amigable
  • Seguridad
  • Integridad
  • Disciplina
  • Creatividad
  • Aplomo
  • Agresividad

Nadie puede negar que estas cualidades estándar se hallan en los líderes “naturales.” Pero mi pregunta es: ¿son estas cualidades necesarias también en los líderes “espirituales”? Antes de que responda demasiado rápido, quiero referirle a algunos líderes bíblicos que habrían sacado más bien una calificación baja en la prueba de liderazgo “natural.” Lo increíble es que Dios escogió a personas que nosotros hubiéramos pasado por alto.

¿Qué tal del cohibido, e inseguro, temeroso, y dudoso Moisés? (Lea Éxodo 3:10—4:14). O, ¿qué tal el semianalfabeto, negativo, mal preparado, no deseado, dogmático, y desmañado recogedor de higos Amós? (Familiarícese con él en Amós 7:10-17). Y, no nos atrevemos a olvidarnos del impulsivo, de vista corta, jactancioso, Pedro, que frecuentemente sufrió del mal de “metedura de pata.”

No estoy sugiriendo que estos hombres carecían de todo rasgo natural de liderazgo, sino más bien que ellos rompieron el molde de lo que generalmente clasificamos como un “líder modelo.” El remanente de líderes que Dios escoge a menudo es un grupo harapiento . . . frecuentemente hechos de personajes de pensamiento novedoso, no conformistas, e incluso de aspecto extraño, que aman con pasión al Señor Jesucristo y están asombrosamente a disposición de Él y su voluntad. Estas personas (¡y tal vez usted sea una de ellas!) poseen los ingredientes básicos de fe, visión, capacidad de dejarse enseñar, determinación y amor; y están participando en cambiar al mundo.

Cuando leo que Dios busca en este planeta hombres y mujeres (por favor, deténgase y lea 2 Crónicas 16:9a y Ezequiel 22:30), no hallo que Él tenga un marco estructurado, bien definido, en el cual debemos encajar. Es más, algunos de aquellos a quienes Dios usó más efectivamente fueron hechos de la mezcla más extraña que se pueda imaginar. Tan solo observe al grupo rústico de 400 descontentos, desorganizados y endeudados que rodeaban a David en la cueva de Adulam (1 Samuel 22:1-2). Es un reto extraordinario el seguirle la pista a estos hombres por el resto de la vida de David, y descubrir que éstos llegaron a ser su grupo de valientes luchadores escogidos, sus héroes, por así decirlo, de donde surgió un número bastante grande de líderes.

Pienso que usted ya adivina mi punto. Seamos tan abiertos, flexibles y tolerantes como Dios lo es. Tal vez usted no encaje en el molde. Tal vez no abrace el sistema establecido, y esté empezando a pensar: “No soy útil para Dios; nunca seré un líder en las filas del cristianismo.” ¡Anímese, creyente desalentado! Dios puede tener un papel distinto, singular, de liderazgo justo para usted y los suyos. ¡Persevere! Algunos jóvenes pueden parecer extraños para algunos adultos . . . pero no voy a suspirar ni a preguntar por qué. Hasta donde sepamos, Dios está a punto de hacer algo grandioso por medio del liderazgo de ellos.

Permítanme asegurarle que si todos los adultos hubieran marginado a un adolescente inmaduro, repulsivo, agresivo, y voluntarioso, hace treinta años . . . este artículo jamás se hubiera escrito.

Tomado de Charles R. Swindoll, Growing Strong in the Seasons of Life (Grand Rapids, Mich.: Zondervan Publishing House, 1983) 408. Copyright © 1983 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados todos los derechos.