Ester 6: 1—14

Ha oído el dicho popular que dice: «El que la hace, la paga». Este dicho popular nunca ha sido más cierto que en este caso. Amán estuvo haciendo, y finalmente llegó el momento de pagarle a Mardoqueo. Al estar sentado sobre ese caballo con vestiduras reales, Mardoqueo era el hombre más sorprendido de todo el Reino. Esto es lo hermoso de la historia. Él no era un hombre orgulloso, no era vengativo, no estaba susurrando: «Dilo un poquito más alto; muérete de envidia, Amán». Según lo que está escrito aquí, Mardoqueo no dijo ni una sola palabra.

Creo que eso es lo que más admiro en todo este episodio: el silencio de Mardoqueo. Son muy pocas las personas que pueden ser promovidas a un lugar de importancia muy visible, y no llenarse de orgullo, no anhelar ser el centro de atención, o no exigir estar en primer plano. Las celebridades afables si verdaderamente humildes son extremadamente raras. ¿No está convencido? ¡Observe los deportistas profesionales de hoy en día! ¡Qué inspirador (e inusual) es encontrar un Mardoqueo en el mundo moderno!

En efecto, lo siguiente que leemos es que «Mardoqueo volvió a la puerta real». Una breve frase, fácil de no notar. Pero ¿no es maravillosa? Dice: «Mardoqueo volvió a la puerta real», en vez de: «Mardoqueo recibió un gran ascenso». ¿Y sabe por qué es importante esto? Porque allí es donde él había estado todo el tiempo. El honor que recibió no se le subió a la cabeza. Sencillamente volvió una vez más a su mismo trabajo.

¿Ha sido usted ascendido recientemente? ¿Le ha sonreído la providencia de Dios, de modo que su nombre es ahora honrado en círculos donde una vez usted no era siquiera conocido? ¿Goza ahora de popularidad y prosperidad? ¿Es ahora estimado ante los ojos de los demás? Si es así, la pregunta verdadera es: ¿Se sigue sintiendo cómodo estando sentado en la puerta real, o tiene que vivir ahora en el Palacio? ¿Debe tener ahora un trato especial? ¿Debe ser tratado con muchas consideraciones y no ser molestado con los problemas cotidianos? Lo que hizo Mardoqueo fue encogerse de hombros y decir: «Déjenme simplemente donde comenzó todo en la puerta real».

No importa lo que suceda con usted, recuerde «el sitio de donde fue sacado». Descubrirá que el mejor lugar de la tierra está muy cerca de sus raíces. Cómo nos lo recuerda una canción popular: «Miren lo lejos que tuve que venir, para volver al lugar en donde comencé».

Adaptado del libro, Buenos Días con Buenos Amigos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2007). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright © 2019 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.