Hechos 16: 16—40; Filipenses 1: 12—18

Pablo recomienda una actitud de abnegada humildad. Es muy admirable que uno nunca lee que Pablo le haya dicho a su guardia romano: «Necesito que me hagas un favor. La próxima vez que esté cerca de uno de los ayudantes del emperador, pídele que me saque de este cuartucho. Para empezar, yo no debería estar aquí. He estado aquí durante un año, siete meses, cuatro días, cinco horas y cinco minutos, y eso ya es demasiado tiempo». La actitud de abnegada humildad de Pablo le impedía llevar un registro meticuloso de las injusticias que sufría en Roma o, en realidad, en cualquier otra parte. Él estaba allí por disposición divina y sometido gozosamente a su situación.

Cristo fue modelo del gran principio de vaciarse a sí mismo el cual impregnó la vida de Pablo. Si queremos aprender lo que es el gozo, lo mejor que podemos hacer es desarrollar una actitud de abnegada humildad. Comience con su familia o sus vecinos. Sea ejemplo de ella con sus clientes o con sus empleados. Usted no da crédito al efecto que tendrá sobre las personas esta clase de generosa actitud mental. No tendrá qué desplegar banderas ni repartir folletos para anunciarlo. Simplemente demuestre una actitud de abnegada humildad. Los resultados le dejarán maravillado.

Pablo exhorta a los creyentes a tener una actitud de gozosa aceptación. Y fue muy claro en cuanto a la manera como deben tratarse los creyentes unos a otros. «Hacedlo todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos, Hijos de Dios sin mancha en medio de una generación torcida y perversa, en la cual vosotros resplandecéis como luminares en el mundo» (Filipenses 2:14, 15).

Pablo sabía que era mucho lo que estaba en juego, ya que el mundo tenía bajo su mirada a los flamantes seguidores de Cristo del primer siglo. Si los cristianos se quejaban y reñían por cosas, eso pone en riesgo la credibilidad del Evangelio. Por consiguiente, Pablo recomendaba una actitud de gozosa aceptación libre de disputas y discusiones sin sentido.

El rogaba que hubiera un gozo auténtico. Nada es más contagioso que eso. Pablo decía: «¡No se quejen; estén alegres!». Eso es lo que se debe hacer. La alegría atrae. La queja ahuyenta. El buen sentido del humor es maravillosamente cautivador.

Mi maestro, Ray Stedman, solía decir: «Vivimos en un mundo de pillos y corruptos. ¡Qué oportunidad tan grande de ser atractivamente diferentes!». Me encanta esa clase de actitud. ¡La aceptación gozosa ilumina a este sombrío planeta!

Adaptado del libro, Buenos Días con Buenos Amigos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2007). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright © 2019 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.