2 Corintios 12: 2—10

Deshágase de la idea de que el contentamiento requiere bienestar. El contentamiento es posible, no importa lo terrible que puedan ser nuestras circunstancias. Cuando estuvo bajo arresto domiciliario, Pablo escribió: «He aprendido a contentarme con lo que tengo. Sé vivir en la pobreza, y sé vivir en la abundancia. En todo lugar y en todas las circunstancias, he aprendido el secreto de hacer frente tanto a la hartura como al hambre, tanto a la abundancia como la necesidad. ¡Todo lo puedo en Cristo que me fortalece!» (Filipenses 4: 11-13). De nuevo nos encontramos con lo mismo. ¿Se dio cuenta? El secreto del contentamiento de Pablo era saber que la fortaleza de Cristo se perfeccionaba en su debilidad. Lo entendió de verdad . . . ¡y qué liberador se le volvió este concepto!

El tema del sufrimiento es delicado. No es fácil tratarlo, porque sé que estoy escribiendo a personas que lo han conocido con una profundidad que yo nunca he experimentado. Tampoco quiero dar la impresión de que soy un modelo en cuanto a cómo enfrentarlo. Para ser sincero con usted, son incontables las veces que no sé cómo responder adecuadamente a la adversidad. Es mucho más fácil escribir un capítulo sobre la adversidad, qué modelar esas cosas que se ven tan bien por escrito. A veces caigo en la auto conmiseración, tengo un quebrantamiento de corazón y mi espíritu decae. Por tanto, sí esa es su experiencia en este momento, puedo identificarme con usted.

Mi deseo es que usted y yo nos aferremos a la gracia y que cultivemos la firmeza en medio de nuestro sufrimiento, al igual que Pablo. Y, de paso, que nos independicemos de la frenética búsqueda de la felicidad tan generalizada en nuestra cultura. La felicidad es un subproducto del contentamiento. Después que Pablo descubrió eso, vivió de esa manera. yo todavía no he llegado completamente a eso; y lo más probable es que usted tampoco. Por eso, seguimos adelante, creciendo y aprendiendo, recordando que el Señor debe crecer, y nosotros menguar.

La próxima vez que usted escuche que tocan a su puerta, antes de abrirla repita estas palabras para usted mismo: «Su gracia suficiente para mí».

Adaptado del libro, Buenos Días con Buenos Amigos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2007). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright © 2019 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.