Job 42: 1—11

Si usted se toma el tiempo para leer el relato bíblico verá que Dios le da a Job el mismo título cuatro veces: «Mi siervo» (Job 42: 7, 8). ¡Qué título tan honroso! Lo tenía antes de que comenzara su sufrimiento (Job 1: 8), y lo sigue teniendo todavía. La heroica resistencia de Job dio como resultado que conservará el mismo título con que Dios lo apreciaba. Eso sí, que se llama justicia en acción, y a Job debió resultarle muy placentero escuchar estas palabras dichas a oídos de aquellos que habían pasado tantos días humillando. «Mi siervo ha hablado lo recto.

Los hombres que antes habían sido los jueces de Job, están ahora con los animales requeridos e inclinándose delante del Señor con sus ofrendas cómo esperando que Job ore por ellos. ¿No es una escena excelente? ¡Habíamos esperado tanto por verla! ¡Qué bueno fue que estos hombres deshicieran el entuerto, no solo delante de Dios, sino también con Job! Es bueno que nosotros confesemos nuestro mal proceder a quienes hemos ofendido. Es bueno que digamos con nuestras acciones qué hemos hecho algo mal y que estamos buscando el perdón.

Job obedece al Señor una vez que estos hombres han hecho su parte. «Entonces fueron Elifaz, Bildad y Zofar e hicieron como el Señor les había dicho. Y el Señor atendió a Job» (Job 42: 9). Lo hicieron de prisa. No hubo ninguna argumentación, ninguna lucha, ninguna renuencia. Además, hicieron exactamente lo que el Señor les exigió, y lo mismo hizo Job, quién oró misericordiosamente por cada uno de ellos. No hay ningún resentimiento de su parte. No dice: «De acuerdo, arrodíllense. Ustedes me sometieron a un infierno. Voy a ver cómo quedan cuando los humille. Arrodíllense allí, ¡rostro en tierra!» No hay nada de eso. ¿Recuerda? un corazón contrito no exige nada a los demás.

¡Sí, es una escena grandiosa! ¿Sabe usted lo que está sucediendo? Los pecados están siendo perdonados. La culpa está siendo quitada. Eso es lo que sucede cuando la justicia y la misericordia se mezclan.

¡Qué admirablemente retrata esto lo que sucedió en la Cruz! Por eso es que la muerte de Cristo es llamada «eficaz». es efectiva, porque la justicia de Dios contra el pecado fue satisfecha una sola vez y por todos con la muerte del Cordero. Por consiguiente, la misericordia de Dios es liberada para el perdón de aquellos que confían en el Cordero. Y entonces somos hechos libres. ¡Libres al fin!

Adaptado del libro, Buenos Días con Buenos Amigos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2007). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright © 2019 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.