Job 40: 1—3

Si usted toma tiempo para analizar estas palabras, verá que Job tiene tres respuestas. La primera es una respuesta de humildad. La segunda es una respuesta de alivio. Y la tercera es una respuesta de sumisión. Eso era todo lo que Dios quería oír. ¡Y qué cambio tan importante produjo en Job! Sin darse cuenta, Job se había vuelto un defensor seguro de sí mismo, independiente y atrevido. Pero, sin expresarlo de esa manera, había comenzado a aparecer como si hubiera comprendido y aceptado la soberanía divina.

Su primera respuesta está en el versículo 4: «Yo soy insignificante». Muchos qué han sido instruidos en psicología rechazaran esta respuesta. Dirán que debemos ser estimulados a tener conciencia de lo importante que somos, de lo valiosos que somos para Dios y del lugar importante que tenemos en el mundo. Su consejo sería: «No piense ni diga: ‘Soy insignificante’». Pero, antes de que nos sintamos tentados a creer esto, observe que Dios no critica a Job por decir que es insignificante o indigno.

Podríamos decirlo de esta manera: «Soy un peso liviano». A decir verdad, esto es cierto. Es una expresión adecuada por parte de Job cuando le preguntan tantas cosas que él no es capaz de responder y se le muestra tanto que no puede comprender. Con sincera humildad, el hombre reconoce: «Soy insignificante».

Su segunda declaración es: «¿Que te he de responder?» Personalmente veo esto como una expresión de alivio. Dios no quería respuestas; Él ya las sabía. ¡Él conoce todas las respuestas! Quería qué Job reconociera esto: «No sé ninguna de las respuestas». Y si no sé esas cosas por más visibles que sean, ¿cómo podré entender plenamente los misterios profundos que rodean mi mundo?» Al reconocer esto, su angustiosa resistencia dio paso a un tranquilo alivio.

Lo que trato de decir aquí es sumamente importante: Cuando somos quebrantados y llegamos al final de la cuerda, el propósito no es tener más respuestas para lanzarlas a los demás. Es para ayudarnos a reconocer que el Señor es Dios, y que sus planes y sus razones son más profundos y amplios que lo que nosotros podemos comprender. Por tanto, no tenemos que dar ninguna respuesta ni defenderla.

La tercera respuesta de Job es un testimonio de sumisión. «Pongo mi mano sobre mi boca», concluye el versículo 4. He dicho ya lo suficiente, en realidad, demasiado.

¿Puede usted hacer estas tres confesiones a Dios? ¡Si no puede, propóngase hacerlas!

Adaptado del libro, Buenos Días con Buenos Amigos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2007). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright © 2019 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.