¿Quién escribió el libro?

En el texto griego de esta carta, Juan no se identifica por nombre, pero sí se refiere a sí mismo como «el anciano» (2 Juan 1:1). Ha habido algo de debate en cuanto a si un autor previamente desconocido, llamado Juan el Anciano, escribió esta carta (así como 3 Juan, que se inicia de la misma manera) o si fue simplemente un título que Juan el apóstol usó para sí mismo. Sin embargo, la tradición más antigua de la iglesia, desde el segundo siglo en adelante, testificó que esta carta y su compañera, 3 Juan, fueron escritas por el apóstol y no por un anciano misterioso y desconocido. De hecho, que un apóstol use el término anciano para sí mismo, no es, en absoluto, sin precedente; Pedro hace precisamente eso en su primera carta (1 Pedro 5:1).

¿Dónde nos encontramos?

Juan ofrece pocos detalles en la breve carta que llamamos 2 Juan. Nada en las circunstancias que Juan analiza en la carta habría llevado a un lector de la época a pensar que esta carta no fue enviada a las mismas iglesias que habían recibido 1 Juan. El apóstol dirige la carta «a la señora elegida y a sus hijos» (2 Juan 1:1), una frase curiosa que ha sido muy debatida. O se refiere a una mujer en particular o sirve de metáfora para una iglesia específica. En cualquier caso, ya sea a un pequeño grupo familiar consanguíneo o a uno más grande unido por confesión, la aplicación de la carta debe permanecer inalterada. Por la similitud temática entre esta carta y 1 Juan, parece mejor sugerir que Juan escribió esta carta alrededor del año 90 d. C.

¿Por qué es tan importante Segunda de Juan?

Segunda de Juan deja claro cuál debe ser nuestra postura con respecto a los enemigos de la verdad. Debemos resguardar nuestra comunión de aquellos que enseñan falsedad, así como lo tenía que hacer la audiencia de Juan del primer siglo. El apóstol incluso llegó al punto de advertir a sus lectores que no invitaran a los falsos maestros a sus hogares, y que no les ofrecieran «ninguna clase de apoyo» (2 Juan 1:10). Semejante apoyo hospitalario alinearía a los creyentes con los malhechores, y Juan estaba ansioso por mantener a los creyentes puros de la mancha de falsedad y herejía.

¿Cuál es la idea central?

Juan comienza su segunda carta proclamando su amor «a la señora elegida y a sus hijos», un amor que compartía con «todos los que conocen la verdad» (2 Juan 1:1). Por los informes que había recibido, entendió que estos creyentes seguían las enseñanzas de Cristo. Resumió este estilo de vida al recordarles que deben amarse unos a otros» (2 Juan 1:5), una referencia clara a los dos grandes mandamientos de Jesús: amar a Dios y amar a tu prójimo (Mateo 22:36-40; véase también Juan 13:34).

Los que caminan en la verdad deben ser personas que aman a otros. No obstante, deben tener cuidado en cuanto a quienes aman. En la época de Juan, se habían infiltrado en la iglesia engañadores y falsos maestros, personas que enseñaban falsedades acerca de Jesús, particularmente que Él no era hombre en verdad, sino que solo pareció serlo. Esta herejía temprana, llamada docetismo, requería la reacción más fuerte posible de Juan. Por lo tanto, el apóstol les advirtió a los creyentes genuinos que se mantuvieran lejos de estos falsos maestros. El ánimo que dio Juan, entonces, no fue simplemente que amaran a los demás, sino que los amaran de maneras que afirman la verdad.

¿Cómo aplico esto?

La poderosa palabra de ánimo de Juan a los creyentes en 2 Juan es acerca de amarse unos a otros. Sin embargo, Juan no deja sin definición al amor. Él define el amor como «hacer lo que Dios nos ha ordenado» (2 Juan 1:6). Esto hace eco de las palabras de Jesús en el Evangelio de Juan, donde el Señor les dice a Sus seguidores: «Si me aman, obedezcan mis mandamientos» (Juan 14:15).

Nuestro amor depende de nuestra obediencia. Cuando no obedecemos, no amamos. A menudo, pensamos que nuestra obediencia a Dios solo nos afecta a nosotros. Sin embargo, eso sencillamente no es cierto. Nuestras acciones, ya sean obedientes o desobedientes, tienen un efecto dominó mucho más allá de nuestra visión limitada de una circunstancia. Reflexiona sobre su propia vida. ¿De qué manera podría su obediencia o su desobediencia impactar a aquellos en su círculo inmediato de relaciones? Segunda de Juan nos recuerda no solo de los peligros de apartarnos de la verdad, sino también de la importancia de hacer de la obediencia una prioridad en nuestra vida, por el bien tanto de nosotros mismos como de aquellos que son muy importantes para nosotros.

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