«No se puede juzgar a un libro por su cubierta». Esa es una frase que todos hemos escuchado antes. Simplemente significa que no se puede evaluar a las personas por su apariencia externa, su tamaño o su idioma. Lo que es verdad con las personas también es verdad con las iglesias. El pequeño edificio al final de la calle, con la pintura descascarada y ventanas rotas cubiertas con pedazos de cartón, puede albergar a un grupo de cristianos vibrantes que están haciendo una gran diferencia en su comunidad. Pero lo contrario también puede ser cierto; puede haber un templo grande, impresionantemente adornado, pero que por dentro se siente como un depósito de cadáveres. No, no se puede juzgar a un libro por su cubierta, ni una persona por su apariencia, ni a iglesia por su edificio.
¿Qué se necesita para que nuestra iglesia haga una verdadera diferencia en la comunidad? Necesita estar enfocada, no ocupada con tantos programas y actividades, sino enfocada en Cristo reflejando al mundo Su imagen.
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