Las películas de Hollywood presentan un estereotipo del cristiano como alguien fanático, cerrado, intolerante, proselitista y que se creen dueños de la verdad. Nuestra sociedad es muy crítica de los creyentes «nacidos de nuevo», lo que creen y sus convicciones. Pero esta crítica no es nada nuevo para los cristianos. Los creyentes del primer siglo también fueron víctimas de la injusticia, el rechazo, la burla, la discriminación y hasta la persecución. Realmente fueron «extranjeros y peregrinos» en un mundo antagónico. Aun así, Cristo les mandó para que fueran por todo el mundo y predicaran el evangelio a toda criatura. Les mandó a ser «sal» y «luz» para el mundo. Pero ¿cómo un extranjero podía hacer estas cosas en una sociedad que le veía con tanta desconfianza? El capítulo 4 de 1 Pedro nos presenta una sorpresiva respuesta.
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