Hay un antiguo proverbio que dice, «La rosa que es olida con frecuencia, pierde su fragancia». Con eso en mente, la escena en las Escrituras que rodea el nacimiento de Jesús es, sin lugar a dudas, como una de las rosas más fragantes en toda la Biblia, quizá la más fragante. Nos encanta. Nos encanta verla. Disfrutamos su color cada año. Halamos pétalos del botón y tocamos su textura y examinamos su profundidad e inhalamos su aroma. Pero lo hacemos cada año, y lo hacemos varias veces al año. Y a lo largo de la vida, lo conocido, si no produce desprecio, por lo menos nos quita la imaginación. Por eso he decidido darle hoy un vistazo más reflexivo a lo familiar, y le invito a que se me una en esto. Deseo que lo veamos desde una perspectiva diferente, y espero que al hacerlo nuestra fe crezca como no lo ha hecho en largo tiempo.
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