La misión de Visión Para Vivir, el ministerio de enseñanza bíblica de los pastores Charles R. Swindoll y Carlos A. Zazueta, indica que estamos comprometidos a la excelencia en comunicar las verdades de las Escrituras y la persona de Jesucristo. Y mientras un ministerio como el nuestro basado en la gracia permite la libertad de interpretar y expresar varias prácticas dentro del cristianismo, afirmamos que las siguientes creencias esenciales son absolutas y no negociables. Le invitamos a que lea esta página y tome el tiempo de leer cada pasaje bíblico en cada sección.
La Biblia
Afirmamos nuestra confianza en la Palabra infalible de Dios. Apreciamos sus verdades y respetamos sus reproches.
Los 66 libros del Antiguo y Nuevo Testamentos son la Palabra de Dios, inspirada por el Espíritu Santo, y escrita hace varios siglos por hombres escogidos por Dios. La Biblia no tiene ningún error en sus manuscritos originales, es completamente confiable como la autoridad final en todos los asuntos de doctrina y práctica, y está centrada en la persona y obra de Jesucristo.
Vea 1 Tesalonicenses 2:13; 2 Timoteo 3:15-17; y 2 Pedro 1:20-21
Dios el Padre
Reconocemos al Dios Creador como nuestro Padre celestial, infinitamente perfecto, e íntimamente familiarizado con todos nuestros caminos.
Como la primera persona de la Trinidad, el Padre es la fuente y gobernante de todas cosas y es paternal en Su relación con la creación en general y creyentes en particular. Y aunque solo hay un Dios eterno, todo poderoso, omnisciente, santo, justo amoroso, verdadero e inalterable, en la unidad de un Dios hay tres personas divinas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Todos son igual en poder pero distintos en su papel.
Vea Salmos 103:19; Mateo 28:19; y 1 Pedro 1:2
El Señor Jesucristo
Afirmamos que Jesucristo es nuestro Señor, el verdadero Dios que vino en carne humana, objeto de nuestra adoración y tema de nuestra alabanza.
Como la segunda persona de la Trinidad, el Hijo manifiesta al Padre. De acuerdo al plan del Padre, el Hijo eterno se humilló a sí mismo y se encarnó, inseparablemente uniendo la deidad no disminuida con verdadera humanidad. Como totalmente Dios y totalmente hombre, Jesucristo vivió una vida sin pecado, murió para pagar por completo la pena de nuestros pecados, resucitó milagrosamente de entro los muertos, ascendió al cielo y regresará de nuevo en gloria.
Vea Juan 1:1-3; Filipenses 2:5-8; Hebreos 1:1-3; y 1 Juan 5:11-12
El Espíritu Santo
Reconocemos al Espíritu Santo como el tercer miembro de la Deidad quien incesantemente está obrando para reprender, convencer y consolar.
Como la tercera persona de la Trinidad, el Espíritu Santo es el agente personal del Padre y el Hijo para revelación y regeneración. Aunque omnipresente y activo en la creación, el Espíritu Santo mora de manera especial en el pueblo de Dios y mora de manera singular en los creyentes como individuos, dándoles nueva vida y fortaleciéndolos para vivir vidas de santidad.
Vea Juan 14:26; Hechos 1:5, 8; 1 Corintios 6:19-20; y Efesios 1:13-14.
La Depravación de la Humanidad
Confesamos que la caída de Adán en el pecado dejó a la humanidad sin esperanza del cielo, aparte de un nuevo nacimiento, hecho posible por la muerte substitutiva del Salvador y su milagrosa resurrección corporal.
Como resultado de la rebelión de Adán, todas las personas han caído bajo la maldición de la muerte. Incapaces y reticentes a agradar a Dios, todos los humanos no son merecedores de Sus bendiciones, son ciegos a Su verdad y muertos en sus pecados, espiritualmente y, últimamente, físicamente. Este estado de juicio ante el Dios justo y santo es una condición que penetra toda faceta de la vida humana y no puede ser curada fuera de la gracia de Dios por medio de Cristo.
Vea Génesis 3; Jeremías 17:9; y Romanos 3:10-18, 23; 5:12
La Salvación
Creemos que la salvación que Dios ofrece es el don del amor de Dios para todo ser humano. Los que la reciben por fe, sin obras, son hechos nuevas criaturas en Cristo.
Porque los humanos caídos no se pueden salvar a sí mismos, Dios, de acuerdo a Su misericordia soberana, actúa para salvar a aquellos que vienen a Él por gracia por medio de fe. Dios envió a Su Hijo, Jesucristo, a sufrir la pena de muerte en lugar de la humanidad condenada. Simplemente al creer en las buenas noticias que Cristo murió por sus pecados y resucitó de entre los muertos, una persona puede ser perdonada de todo pecado, declarada justa por Dios, renacer a una nueva vida y ser garantizada vida eterna con Dios.
Vea Juan 3:16; Romanos 10:9-10; 1 Corintios 15:1-5; y Efesios 1:4-12; 2:8-9.
El Regreso de Cristo
Anticipamos el prometido regreso del Señor, el cual puede ocurrir en cualquier momento.
De acuerdo al plan del Padre, Jesucristo regresará un día en poder para traer la finalización de la salvación y recompensas a los creyentes y juicio e ira a los no creyentes. La Biblia enseña que los años que llevan al juicio serán marcados con una maldición creciente, pero la hora del fin no se sabe. Puede comenzar en cualquier momento. Aunque los detalles del regreso de Cristo no son claros, su realidad es verdad, y todos los creyentes son llamados a vivir vidas santas anticipando Su regreso.
Vea 1 Tesalonicenses 4:13-5:11; 2 Tesalonicenses 2:1-12; Hebreos 9:28; y Apocalipsis 19:11-16.
La Resurrección de la Humanidad
Estamos convencidos de que todos los que murieron serán traídos de nuevo del más allá: los creyentes a comunión eterna con Dios, y los no creyentes a separación eterna de Dios.
Aunque el espíritu de un creyente es transferido a la presencia del Señor inmediatamente después de su muerte física, la salvación completa se espera en el regreso de Cristo, cuando Él resucitará a los creyentes en cuerpos gloriosos como Su propio cuerpo inmortal que nunca puede morir. Aunque todos los creyentes disfrutarán vida eterna en un paraíso perfecto, los no creyentes resucitarán a sufrir el castigo eterno por sus pecados.
Vea Juan 11:23-27; 1 Corintios 15:51-57; 1 Tesalonicenses 4:13-18; y Apocalipsis 20:4-21:5
El Cuerpo de Cristo
Sabemos que el Señor continua engrandeciendo Su familia, el cuerpo universal de Cristo, sobre el cual Él reina como Rey.
El cuerpo de Cristo es la iglesia universal que siempre está creciendo compuesta de creyentes verdaderos en el cielo y en la tierra sobre los cuales Jesucristo reina como Señor. A pesar de la denominación, todo creyente verdadero es bautizado espiritualmente por el Espíritu Santo al cuerpo de Cristo y por tanto unido espiritualmente con Él y unido uno con el otro.
Vea Romanos 12:4-5; 1 Corintios 12:12-14; Efesios 4:11-16; y 1 Pedro 2:9-10.
La Familia de Dios
Estamos agradecidos de ser parte de la iglesia local, la cual existe para proclamar la verdad de Dios, para administrar sus ordenanzas, para estimular su crecimiento a la madurez y para traer gloria a Dios.
Los creyentes son llamados a ser miembros fieles en una congregación visible y local con el propósito de animarse mutuamente y crecer espiritualmente. Como una familia de Dios, una iglesia local saludable está marcada con una alabanza que glorifica a Dios, enseñanza centrada en la Escritura, compañerismo íntimo y expresiones vívidas de la fe, esperanza y amor de una iglesia por medio de evangelización, hacer discípulos, sostén económico y servicio.
Vea Hechos 2:41-47; Filipenses 2:1-4; y Hebreos 10:24-25.