¿Quién escribió el libro?

El nombre del libro de Deuteronomio procede de un término griego (que significa «segunda ley») que se usa en la versión Septuaginta de Deuteronomio 17:18. En ese contexto, Moisés simplemente le ordena al rey que haga una copia de la ley para sí mismo. Pero Deuteronomio hace algo más que proveer una simple copia de la ley; el libro ofrece una reafirmación de esta ley para una nueva generación. Deuteronomio registra esta «segunda ley», es decir, la serie de sermones de Moisés en la que él reafirma los mandamientos de Dios que originalmente fueron entregados a los israelitas en Éxodo y Levítico unos cuarenta años antes.

Deuteronomio 1:1 afirma que «estas son las palabras que Moisés dirigió a todo el pueblo de Israel». La autoría mosaica de este libro (junto con el resto del Pentateuco) encuentra el apoyo usual de la tradición hebrea, pero también del texto bíblico. Varias veces, Deuteronomio afirma que Moisés es el autor (Deuteronomio 1:1; 4:44; 29:1). Al hablar con Josué, el sucesor de Moisés, el Señor se refirió a este «libro de instrucción» como aquel que Moisés ordenó (Josué 1:7-8). Además, cuando los futuros escritores del Antiguo y Nuevo Testamento citaban Deuteronomio, frecuentemente se referían a él como habiendo originado de Moisés (véanse 1 Reyes 2:3; 2 Reyes 14:6; Esdras 3:2; Nehemías 1:7; Malaquías 4:4; Mateo 19:7; Lucas 20:28).

Algunos cambios editoriales obvios se hicieron al texto algún tiempo después de que Moisés registrara la mayor parte de él. Por ejemplo, probablemente él no escribió el último capítulo, que trata de su muerte. Sin embargo, estos y otros cambios pequeños no afectan la aceptación general de la autoría de Moisés.

¿Dónde nos encontramos?

Deuteronomio fue escrito alrededor de 1405 a. C., al final de los cuarenta años de vagar que la nación de Israel soportó. En ese entonces, el pueblo había acampado en el lado oriental del río Jordán, en las llanuras de Moab, frente a la ciudad de Jericó (Deuteronomio 1:1; 29:1). Estaban a punto de entrar a la tierra que Dios le había prometido siglos antes a su antepasado Abraham (véase Génesis 12:1, 6-9). Los niños que habían salido de Egipto ahora eran adultos, listos para conquistar la Tierra Prometida y establecerse allí. Antes de que eso pudiera llevarse a cabo, el Señor reiteró a través de Moisés Su pacto con ellos.

¿Por qué es tan importante Deuteronomio?

A lo largo de Deuteronomio, Moisés dirigió sus palabras a «todo Israel». Esta frase hacía énfasis en la unidad de la nación, algo que fue iniciado con su pacto con Dios en el monte Sinaí y forjado en el desierto. En medio del politeísmo generalizado en la región, Israel se diferenciaba por el hecho de que ellos adoraban a un solo Dios, Yahveh. Su Dios era totalmente único; entre todos los «dioses» de las naciones que los rodeaban, no había otro como Él. Deuteronomio 6:4 codifica esta creencia en el Shemá, la confesión de fe fundamental en el judaísmo que todavía se utiliza hoy en día: «¡Escucha, Israel! El Señor [Yahveh] es nuestro Dios, solamente el Señor [Yahveh]».

Deuteronomio también reafirma los diez mandamientos y muchas otras leyes que se dan en Éxodo y Levítico. El libro le dio a Israel las instrucciones de Dios sobre cómo vivir una vida bendita en la Tierra Prometida. Deuteronomio 27 y 28 especifican las bendiciones por la obediencia y las maldiciones por la desobediencia.

¿Cuál es la idea principal?

El pacto entre Yahveh e Israel era bilateral, una calle de doble vía. Dios cumpliría Su promesa de bendecir la nación si el pueblo permanecía fiel. Los israelitas adultos de ese tiempo eran demasiado jóvenes como para haber participado en la primera ceremonia de pacto en el monte Sinaí cuarenta años antes. Por lo tanto, Moisés repasó la ley en el umbral de la Tierra Prometida, e instó a esta nueva generación a renovar su pacto con Yahveh y a renovar su compromiso con los caminos de Él.

¿Cómo aplico esto?

En su conclusión Moisés le suplicó al pueblo:

«Hoy te he dado a elegir entre la vida y la muerte, entre bendiciones y maldiciones. Ahora pongo al cielo y a la tierra como testigos de la decisión que tomes. ¡Ay, si eligieras la vida, para que tú y tus descendientes puedan vivir! Puedes elegir esa opción al amar, al obedecer y al comprometerte firmemente con el Señor tu Dios. Esa es la clave para tu vida» (Deuteronomio 30:19-20).

La palabra «esa» en la última frase se refiere a amar al Señor nuestro Dios, obedeciéndolo y permaneciendo fiel a Él. ¡Eso es vida! Nuestra relación con Dios debe estar caracterizada por la fidelidad, la lealtad, el amor y la devoción. Piense en un matrimonio ideal: esa es la imagen de cómo Dios quiere que nos aferremos a Él (véase Efesios 5:28-32).

¿Qué tanto se aferra a Dios? Ore y comprometa de nuevo su corazón a esa relación sumamente importante con Él.

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