
¿Quién escribió el libro?
Como es el caso en casi todos los libros de los profetas, el libro de Isaías toma su nombre de su autor. El texto nombra a «Isaías, hijo de Amoz» como la fuente de las profecías que contiene (Is 1:1; 2:1; 13:1). Él profetizó durante los reinados de cuatro reyes de Judá —Uzías, Jotam, Acaz y Ezequías (Is 1:1)— y probablemente murió durante el reinado de un quinto, el malvado rey Manasés. Isaías estuvo casado con una profetiza, y por lo menos tuvieron dos hijos (Is 7:3; 8:3). La tradición cristiana identifica a Isaías como uno de los profetas cuya muerte se describe en Hebreos 11:37, uno de los que «[fueron cortados] por la mitad con una sierra». Dada la preocupación por Jerusalén que se expresa en el libro (Is 1:1) y el hecho que el autor tuvo interacciones con por lo menos dos reyes durante el período en que profetizaba (véase Is 7:3; 38:1), es probable que Isaías haya vivido en Jerusalén.
Muchos académicos de los últimos dos siglos le han asignado múltiples autores a Isaías, y dividen el libro en tres secciones: Isaías 1–39, Isaías 40–55 e Isaías 56–66. Sin embargo, estas divisiones surgen de una negación de la profecía predictiva. Esta postura no solo limita el poder de Dios para comunicarse con Su pueblo, sino también ignora la amplia variedad de afirmaciones específicas y predictivas acerca de Jesucristo que están esparcidas en todo el libro.
¿Dónde nos encontramos?
Isaías profetizó aproximadamente entre 740 y 680 a. C. a una nación que se había vuelto sorda al Señor. Dios quería que le sirvieran con humildad, haciendo el bien, buscando justicia e interesándose por el prójimo vulnerable, las viudas y los huérfanos, pero la nación de Judá había fallado en cumplir todo esto. Por lo que Dios declaró que sus sacrificios y su adoración no tenían sentido a Sus ojos (Is 1:10-17). El pueblo de Judá le había dado la espalda a Dios y se había aislado de Él. No obstante, en Su misericordia, Dios les dio aún otra oportunidad para arrepentirse y renunciar a sus pecados cuando llamó a Isaías a pronunciar juicio sobre Su pueblo por su injusticia.
¿Por qué es tan importante Isaías?
El libro de Isaías nos da la imagen profética más completa de Jesucristo de todo el Antiguo Testamento. Incluye profecías acerca de Su vida entera: el anuncio de Su venida (Is 40:3-5), Su nacimiento virginal (Is 7:14), Su proclamación de la Buena Noticia (Is 61:1), Su muerte sacrificial (Is 52:13–53:12) y Su regreso a reclamar a los Suyos (Is 60:2-3). Debido a estos y a otros textos cristológicos de Isaías, el libro es un testamento de esperanza en el Señor, Aquel que salva a Su pueblo de sí mismo.
¿Cuál es la idea central?
El tema general de Isaías es la salvación, y recibe su declaración más clara como parte de un canto breve de alabanza acerca de la salvación: «Miren, Dios ha venido a salvarme. Confiaré en él y no tendré temor» (Is 12:2). Esto hace eco del significado del nombre de Isaías, que quiere decir «la salvación de Yahveh». Uno podría preguntarse acerca de la fuerte presencia de juicio que recorre los primeros 39 capítulos de un libro cuyo tema es la salvación. ¿Cómo pueden coexistir estos dos? La respuesta es que la presencia de juicio indica un problema de pecado. El juicio es la condenación por nuestros pecados que crea la necesidad de salvación.
Así que la mayor parte de estos primeros capítulos de Isaías detallan el juicio contra el pueblo que le ha dado la espalda al Señor, mostrándonos que aquellos que persisten en rebeldía enfrentarán el juicio. Por otro lado, también vemos la fidelidad de Dios a Su promesa: Él preservará a un pequeño remanente de creyentes fieles que entrarán al mundo glorioso y renovado que Él ha preparado para Sus hijos en los cielos nuevos y la tierra nueva (Is 65:17–66:24).
¿Cómo aplico esto?
Debido a su amplitud, Isaías contiene una de las expresiones más claras del evangelio en todo el Antiguo Testamento. Incluso desde el primer capítulo, está claro que las personas se han alejado de Dios y han fracasado en sus responsabilidades como Sus hijos (Is 1:2-17). Aun así, Dios milagrosamente ofrece esperanza a Su pueblo impío, y ofrece la purificación de pecados y las bendiciones que el arrepentimiento conlleva (Is 1:18-20). Dios da salvación gratuitamente; la cuestión es si nosotros aceptaremos Su ofrecimiento.
Además de su mensaje del evangelio, Isaías articula con claridad los pecados del pueblo de Dios: tratos injustos con los demás que hacen hipócritas los sacrificios que ofrecen a Dios. Al escuchar las formas de injusticia que Isaías critica, ¿ves en tu propia vida faltas a la justicia y misericordia en tu trato con tu familia, amigos y colegas, o hacia los desconocidos? El mensaje de Isaías llama a los creyentes a regresar a un amor puro hacia Dios y hacia nuestro prójimo.