¿Quién escribió el libro?

El autor de esta carta nunca se identifica a sí mismo por nombre, pero desde el inicio de la iglesia los cristianos han creído que es autoritativa y que fue escrita por el apóstol Juan. Ese grupo de testigos incluye a Policarpo, un obispo de principios del segundo siglo, quien de joven tuvo por mentor al propio Juan. Además, al decir: «Les anunciamos lo que nosotros mismos hemos visto y oído»(1 Juan 1:3), el autor claramente se coloca dentro del grupo de testigos apostólicos que  presenciaron la vida y el  ministerio de Jesús.

¿Dónde nos encontramos?

Juan no especificó los destinatarios de esta carta, pero dado sus discursos en Apocalipsis 2 y 3 a las siete iglesias en las inmediaciones de Éfeso —la ciudad donde Juan ministró siendo de edad avanzada— es probable que esta carta estuviera  dirigida a esas mismas iglesias. La carta ofrece poco en cuanto a detalles, así que precisar la fecha de su composición puede ser difícil. Sin embargo, su similitud con el Evangelio compuesto por Juan sugiere que probablemente fue escrita alrededor del mismo tiempo. Una fecha aproximada del 90 d. C., justo antes de que Juan fuera exiliado a Patmos, parece ser la mejor propuesta.

¿Por qué es tan importante Primera de Juan?

Los contrastes emparejados en 1 Juan son impactantes por su simplicidad: luz versus oscuridad, el amor al Padre versus el amor al mundo, Cristo versus los anticristos, la justicia versus el pecado, la verdad versus la falsedad y el Espíritu de Dios versus el espíritu del Anticristo. En tanto que esta no es una lista completa, demuestra la forma en la que esta carta presenta el mundo de una manera que no es complicada: hay bien y hay mal. Punto. Este énfasis de Juan, si bien es impactante, no es presentado sin amor. De hecho, es todo lo contrario. Juan reconoce que el amor viene de Dios, por lo que anima a los creyentes a amarse mutuamente (1 Juan 4:7). La Primera Carta de Juan enseña que, si bien es importante reconocer la línea divisoria entre la verdad y el error, esto siempre debe hacerse en un espíritu de amor.

¿Cuál es la idea central?

Como lo hace en su Evangelio, Juan afirma con claridad el propósito de su primera carta. Se dispone a proclamar la Buena Noticia acerca de Jesús, y dice que lo hace «para que ustedes tengan comunión con nosotros; y nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo, Jesucristo» (1 Juan 1:3). Más adelante, Juan agrega tres razones más para escribir: «para que no pequen» (1 Juan 2:1), «para advertirles acerca de los que quieren apartarlos del camino» (1 Juan 2:26), y «para que sepan que tienen vida eterna» (1 Juan 5:13). Juan quería que sus lectores experimentaran una verdadera comunión con Dios y con Su pueblo, pero sabía que esto no ocurre hasta que ponemos a un lado nuestros propios deseos egoístas en favor de los
intereses que Dios tiene para nosotros.

Para ayudar a sus lectores a alcanzar esta meta, Juan se enfoca en tres temas: el celo cristiano, el permanecer firmes en contra de los falsos maestros, y la seguridad de la vida eterna para los cristianos. Juan les estaba escribiendo a iglesias llenas de personas que enfrentaban el desánimo, ya sea por sus propios fracasos pecaminosos o debido a la presencia de falsos maestros en medio de ellos. El anciano apóstol esperaba activar el celo de estos creyentes para que siguieran al  Señor más de cerca y permanecieran firmes en contra de los que trataban de sembrar discordia entre ellos. Al hacer eso, los creyentes harían más sólida su relación con Dios y tendrían más confianza en la obra que Él estaba llevando a cabo en sus vidas.

¿Cómo aplico esto?

Todos pasamos por altibajos en nuestra fe cristiana. Cualquiera que sea la lucha, externa o interna, a menudo nos sentimos arrastrados por los vientos de la emoción o las circunstancias. Aun así, Dios nos llama a vivir vidas de creciente constancia, logrando que sea cada vez más aparente la evidencia de nuestra transformación interna, a medida que pasan los meses y los años. ¿Cómo caracterizaría su relación con Dios: constante y fructífera o esporádica y estéril?

Juan sabía que nunca encontraríamos en nosotros mismos la fidelidad que Dios requiere. Más bien, tenemos que poner toda nuestra confianza en la obra y la gracia de Dios, y creer que Él ciertamente nos conformará a la imagen de Su Hijo, Jesús. Esa sensación de estar fundamentados en Dios solo llega cuando dejamos de lado nuestro pecado en nuestra búsqueda de Él. Como lo expresa Juan: «Si nos amamos unos a otros, Dios vive en nosotros y su amor llega a la máxima expresión en nosotros» (1 Juan 4:12).

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