¿Quién escribió el libro?
El texto de Jueces no da indicación alguna en cuanto a quién escribió el libro, pero la tradición judía nombra al profeta Samuel como autor. Samuel fue el último de los jueces, uno de los líderes especiales a quienes Dios levantó durante este período para rescatar a Su pueblo. Los jueces no solo supervisaban asuntos legales, según nuestro entendimiento de esa palabra; sus deberes frecuentemente incluían también autoridad militar, administrativa y religiosa.
¿Por qué Samuel? El autor de Jueces definitivamente vivió en los primeros días de la monarquía. La declaración recurrente «en esos días, Israel no tenía rey» (Jc 17:6; 18:1; 19:1; 21:25) señala un contraste entre los acontecimientos que ocurrieron en el libro y una época en la que, de hecho, había un rey en Israel. Esto, junto con otras claves en Jueces, da a entender que el libro fue escrito después de que Saúl fuera ungido como rey en 1050 a. C. pero antes de que David estableciera su trono en Jerusalén en 1003 a. C. (compárese Jc 1:21 con 2 Sm 5:6-7). También se sabe que Samuel escribía de tiempo en tiempo (véase 1 Sm 10:25).
¿Dónde nos encontramos?
El período de los jueces comenzó después de la muerte de Josué (Jos 24:29) y continuó hasta que Saúl fue coronado rey de Israel (1 Sm 10:24). El libro de Jueces actúa como la continuación del libro de Josué, vinculado por relatos comparables sobre la muerte de Josué (Jos 24:29-31; Jc 2:7-9). Los acontecimientos mencionados en el libro abarcan la amplitud geográfica de la nación, y ocurren en una variedad de ciudades, pueblos y campos de batalla. Los eruditos creen que algunos de los
jueces gobernaron simultáneamente en regiones geográficas distintas. Los intentos por calcular la cantidad exacta de tiempo que abarca Jueces no han producido conclusiones claras. Pero si Josué murió alrededor de 1376 a. C. y si Saúl fue coronado en el 1051 a. C., el tiempo general de referencia sería alrededor de 330 años.
El libro de Jueces no sigue una estructura principalmente cronológica. Los últimos capítulos (Jc 17–21) dan un panorama del clima moral durante esos días, y en lugar de que ocurrieran después del período de los diversos jueces que se enumeraron anteriormente en el libro, es probable que ocurrieran en y alrededor de los tiempos de estos jueces.
¿Por qué es tan importante Jueces?
El tiempo de los jueces fue un desastre espiritual y nacional para Israel. La nación experimentó agitación política y religiosa mientras el pueblo trataba de poseer esas partes de la tierra que todavía no habían sido conquistadas del todo. Las tribus también peleaban entre sí, y las tribus de Efraín (Jc 12) y Benjamín (Jc 20–21) casi fueron borradas del mapa. El patrón en el libro de Jueces es claro: el pueblo se rebelaba por medio de la idolatría e incredulidad, Dios llevaba a cabo juicio por medio de la opresión extranjera, Dios levantaba un libertador —un juez— y el pueblo se arrepentía y volvía a Dios. Cuando el pueblo caía de nuevo en pecado, el ciclo volvía a repetirse.
Irónicamente, en este libro llegamos a conocer a muchos héroes de la fe: Otoniel, Gedeón, Sansón, Samgar, Débora, Jefté, Aod; gente que respondió al llamado de Dios para rescatar a Su pueblo de maneras a veces dramáticas. El libro incluye muchas de las escenas más gráficas, violentas y alarmantes de todas las Escrituras: algunas llevadas a cabo en nombre de la justicia, otras en nombre
del mal.
¿Cuál es la idea central?
El mensaje principal de Jueces es que Dios no permitirá que el pecado quede impune. Los israelitas eran el pueblo de Dios, pero habían abandonado el pacto que Él había establecido con ellos en el monte Sinaí. En los días de los jueces, Él los disciplinó por seguir a otros dioses, desobedecer Sus leyes sacrificiales, participar en una inmoralidad descarada y, a veces, sumirse en la anarquía. Pero debido a que eran Su pueblo, Él escuchó sus clamores por misericordia y levantó líderes que los rescataran. Aun así, estas personas piadosas no ejercieron suficiente influencia para cambiar la dirección de la nación. La incapacidad del pueblo de resistirse a las influencias pecaminosas cananeas reveló su necesidad de una monarquía centralizada, dirigida por un rey justo a quien Dios escogería como Su intermediario.
¿Cómo aplico esto?
La memoria es un regalo. Recordar el pasado nos da incontables lecciones acerca de cómo vivir nuestro presente. Los israelitas lo olvidaron. No recordaban los acontecimientos milagrosos que los llevaron a su tierra, ni el pacto que los unió a su Dios. Pero Dios no olvidó Su pacto, y debido a Su gran amor por Su pueblo, Él disciplinó a Sus hijos pecaminosos.
¿Has olvidado las grandes obras que Dios ha hecho en tu vida? Tal vez tus circunstancias difíciles están dominando tu fe. ¿Sientes que Él te está disciplinando ahora mismo? Entiende que Él disciplina a los que ama (Hb 12:5‑11). Regresa a Él. Recuerda, confía y obedece. Él está esperando con los brazos abiertos.