Introducción
Nehemías fue un líder versátil contemporáneo de Esdras. Servía en la corte de Persia y con el paso del tiempo se convirtió en gobernador de Judá. A pesar de que Nehemías llevó muchos sombreros, se le conoce mejor por haberse puesto el casco de construcción y reconstruir el muro que rodeaba a su amada Jerusalén.
La dedicación de Nehemías y su dependencia en Dios nos enseña que sin importar lo que hagamos, siempre trabajamos bajo la mano soberana de nuestro Señor. Dios no solo nos da una pasión para participar en Su obra, sino, también nos da la fuerza y los recursos para realizarla. Cuando acometemos con pasión y dedicación las tareas que Él soberanamente nos asigna, disfrutaremos la satisfacción de un trabajo bien hecho, y Dios recibe la gloria.
Estructura Literaria
La estructura de Nehemías se parece mucho a la de Esdras. Se divide en dos secciones principales que son: la construcción física de la muralla, capítulos 1 – 6, y la restauración espiritual del pueblo, capítulos 7 – 13.
También podemos observar este libro por los lentes que utilizó Nehemías y los cargos que desempeñó. Observe lo que Dios le permitió realizar: Nehemías es copero del rey, reconstructor de la muralla y gobernador del pueblo. Tres cargos ocupados por un hombre con un gran corazón por Dios.
Capítulos 1:1–2:10: Copero del Rey
Al igual que Esdras, Nehemías nació en el cautiverio bajo el gobierno de un rey pagano. Cuando el libro empieza Nehemías se encuentra sirviendo en Susa, capital de invierno de Persia, como copero del rey Artajerjes.
El trabajo de copero es más importante de lo que suena. Piense que aun la vida misma del rey estaba en sus manos (y en su paladar), puesto que el copero probaba el vino del rey para asegurarse de que no estuviera envenenado. Solo los individuos más honestos, más dignos de confianza y más discretos, eran escogidos para ese cargo.
Capítulos 2:11–6:19: Constructor de la Muralla
Cuando llegó a Jerusalén, y después de haber examinado la muralla por si mismo, Nehemías arengó al pueblo a que empezara la reconstrucción. Pero también la oposición se intensificó, porque veían la reconstrucción como una amenaza a su poder (aunque disfrazaron sus sentimientos aduciendo que los judíos se estaban rebelando contra el rey) y además, pensaban que era una oportunidad para que los judíos recuperaran su prominencia e identidad largamente perdida.
Aunque los conflictos internos cesaron, la oposición de afuera continuó. Sanbalat, Tobías y otros incansablemente trataron de ponerle trampa a Nehemías e incluso de arruinar su reputación. Pero el constructor persistió en su tarea hasta que la muralla fue terminada en cincuenta y dos días. Aunque todavía persistía algo de resistencia externa, las naciones notaron que Dios había ayudado a Su pueblo a completar la tarea.
Capítulos 7 – 13: Gobernador del pueblo
Después de haber instalado las últimas puertas y organizado la logística de acceso a la ciudad, Nehemías dirigió su atención a la mejora de la vida de la comunidad. Empezó haciendo uso de la lista de los que habían vuelto de Babilonia a Jerusalén bajo Zorobabel. Una vez que supo quienes estaban viviendo en Jerusalén, los reunió en la Puerta de las Aguas para leer la ley. ¿Adivinen quién la leyó?
Esdras llegó a Jerusalén catorce años antes que Nehemías. Durante ese tiempo había estado instruyendo al pueblo en la Ley de Dios, y ahora, con la muralla terminada, lo llamaron de nuevo para que hiciera lo que sabía hacer con excelencia, es decir, enseñar las Escrituras.
Conforme iba leyendo, el pueblo respondió en adoración. Los sacerdotes y levitas circulaban entre la multitud explicándoles más la ley, y el pueblo lloraba a gritos, posiblemente debido a su remordimiento por la desobediencia pasada. Con mucha sabiduría, Nehemías le recordó al pueblo que era un día de celebración, que Dios había sido fiel para perdonarlos y restaurarlos, tal como Él había prometido mucho tiempo atrás.
Al oír la palabra de Dios el pueblo confesó su pecado y reflexionaron en la grandeza y fidelidad de Dios, que había protegido a su pueblo por los siglos. Luego el pueblo prometió no repetir los errores de sus antepasados y se comprometió públicamente a seguir la ley de Dios.
Con música, canciones, elegancia y adoración, los judíos celebraron la terminación de la muralla. Después de que los sacerdotes y levitas se purificaron a sí mismos, e hicieron lo mismo con el pueblo, las puertas y la muralla, dos coros marcharon por encima del muro alrededor de la ciudad en una grandiosa escena de adoración antifonal. Los enemigos que anteriormente se habían burlado de los judíos por tratar de reconstruir la muralla deben haberse quedados boquiabiertos ante esta festividad.
Sin embargo, esta dedicación no fue una oportunidad para hacer desplante de su triunfo. Más bien, fue una ocasión para disfrutar de la bondad de Dios y separar a esta comunidad reformada para que Dios la usara. En forma muy apropiada, toda la celebración pasó al templo y culminó en sacrificios generosos y un gran regocijo que se oía desde lejos.
Un líder espiritual que golpea al pueblo y les arranca el pelo como lo hizo Nehemías no es exactamente un modelo para el ministerio en la iglesia local. Pero, digámoslo tal como es. A veces la santidad radical exige medidas radicales y si nuestra meta es como la de Nehemías, servir y agradar a Dios, debemos estar dispuestos a aplicarlas con firmeza.
Aplicación
Sin duda, podemos aprender mucho de Nehemías. Por ejemplo, podemos aprender cómo analizar un problema difícil y buscar una solución, cómo ser fieles a nuestras convicciones y mantener nuestra visión frente a la oposición, cómo organizar y motivar a la gente alrededor de una causa común y dirigida por Dios, cómo persistir en la tarea que Dios nos ha encomendado hasta que quede terminada y cómo delegar. Pero, aun
más importante, podemos aprender cómo orar.
La próxima vez que ore, pase por lo menos la primera mitad de ese tiempo reflexionando en lo que Dios es, y lo que Él ha hecho. Después pase algún tiempo confesando sus pecados y agradeciéndole por su perdón. Finalmente preséntele sus peticiones. Y,
no olvide de sentirse animado al saber que Dios no solamente es capaz de atender sus necesidades, sino que se deleita al hacerlo.