Vivir a mil por hora no se limita únicamente a la gente que vive en el siglo XXI. Salomón lo hizo también hace siglos atrás. El mundo de Salomón era una cafetería. El hedonismo nunca fue perseguido con tanto esmero. Cuando él se reía, lo hacía a carcajadas. Cuando bebía, lo hacía con una intensidad sin límites. Sus aventuras sexuales no tenían tope. Incluso sus comidas eran exuberantes y lujosos banquetes. Salomón mordió el anzuelo de la auto-gratificación con extrema determinación. Ningún proyecto era demasiado lujoso, ningún sueño era una mera fantasía; todo lo que se imaginó, lo vivió. ¡Estamos hablando de participación al máximo! Y, como descubriremos… un vacío al máximo.
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