Nada tiene el poder de liberarnos tanto como la verdad. Nos ayuda a madurar cuando la decimos «en amor» (Efesios 4:15). El confrontar a una persona contribuye a establecer la verdad para que se convenza de que debe corregir o cambiar su vida. Sin embargo, hay muy pocos que se atreven a confrontar a alguien. Quizás una de las razones es porque somos tan vacilantes en expresar nuestros verdaderos sentimientos hacia otra persona debido al dolor que esto pueda causarle a ella o a nosotros. Algunas veces la verdad duele, aunque la digamos discreta y amablemente. En este estudio aprenderemos la forma correcta de confrontar a otros y no hay nadie mejor de quien aprender que el Maestro de todas las confrontaciones, el Señor Jesucristo mismo, quien siempre que lo hacía, lo hacía sincera y honestamente, pero siempre con amor.
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