En el último párrafo del Eclesiastés 3, nos encontramos con Salomón a solas, sumido en sus pensamientos… pensamientos que son perturbadores y dolorosos. Había estado muy ocupado en diversas actividades y proyectos, tales como las extensas obras de construcción de edificios, la plantación de jardines, la excavación de depósitos de agua y canales de riego. Además, había dado rienda suelta al disfrute de todos los placeres y formas de entretenimiento, y una docena de cosas más (Eclesiastés 2:4-10). Sin embargo, al llegar a esta porción de su diario, vemos que el rey se aparta de su labor por un momento y comienza a reflexionar acerca de las injusticias de la vida. Al hacerlo, admite su desilusión y confusión, volviéndose un escéptico pesimista ante las desigualdades, el trato injusto, la codicia, el orgullo y la forma tan animal que tienen muchas personas para tratar a sus semejantes. En este pasaje podemos notar su punto de vista humanista y las conclusiones que saca sobre lo que es vivir la vida “bajo el sol”.

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