En muchos círculos cristianos, el Espíritu Santo ha sido descuidado, olvidado o malinterpretado. Por un lado, se le relega y se le ignora y, por el otro, el Espíritu Santo recibe el crédito por el comportamiento raro de algunas personas. Es irónico que Aquel que nos fue dado para mantener la unidad del cuerpo de Cristo, sea precisamente el centro de tanta controversia entre cristianos evangélicos.
El resultado final es que, en lugar de querer familiarizarse más con el Espíritu de Dios, muchos creyentes evitan hablar de Él por miedo o precaución. No niegan Su deidad, pero ciertamente se menosprecia Su Persona y Su Señorío dentro de la iglesia. Sin embargo, si queremos tomar en serio al Dios Trinitario, debemos tomar serio al Espíritu Santo.
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