La impaciencia es una plaga universal. Nosotros luchamos con ella cada vez que enfrentamos circunstancias irritantes, gente difícil o nuestro propio lento crecimiento hacia la madurez. El tiempo de Dios parece incorrecto para quienes somos impacientes. ¿Por qué se tarda tanto en actuar? ¿Dónde está cuando más le necesito? Su juicio, aunque riguroso, no parece ser tan rápido como nosotros quisiéramos. A veces incluso nos parece que, o no le importa o es impotente para hacer algo en una situación dada.
Teóricamente sabemos que esto no es verdad. . . pero prácticamente, la evidencia parece sobrecogedora a favor a nuestra falaz presuposición. Tenemos pasajes, como los que estudiaremos a continuación, que permiten que corrijamos esta forma de pensar. Sin mucho preámbulo, estos seis versículos subrayan el hecho de que Dios ciertamente tiene la última palabra. Las cosas no andan sueltas. El mal no es ignorado. Se tratará con el pecado. Y al final, el bien triunfará. Dios está en control, a pesar de nuestra impaciencia. Él tiene la última palabra.
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