¿Alguna vez has intentado huir de Dios? Suena absurdo; ¿a dónde podemos ir que esté más allá del alcance del Creador del universo? Y sin embargo lo intentamos. El relato de Jonás es un ejemplo perfecto de la inutilidad de intentar frustrar la voluntad de Dios. Jonás pensó que reservar un pasaje en barco podría poner fin a la bondad de Dios hacia los enemigos mortales de Jonás, pero ¿qué es un simple barco para el Amo y Señor del mar? Al leer Jonás 1, observamos a Jonás pasar de una desobediencia obstinada a una rendición quebrantada . . . ¡y fue necesaria una banda de marineros paganos y los elementos de la naturaleza para llamar la atención de Jonás! Este impulso irracional de huir de Dios no se limita en absoluto a las acciones de un profeta caprichoso que vivió hace milenios; es un instinto arraigado en nuestra naturaleza pecaminosa desde que Adán y Eva intentaron esconderse de Dios en el huerto del Edén. Pero hay una buena noticia: no podemos huir de Dios. Su amor por nosotros y Su designio para nuestras vidas no pueden ser frustrados; ¡son infalibles! Y la compasión de Dios por nosotros supera nuestra propia obstinación en todo momento. Acompáñame mientras exploramos Jonás 1:1–17 y veamos cómo Dios doblega una voluntad obstinada para cumplir Sus propósitos soberanos.
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