Contraria a la opinión popular que la gente tiene, un cristiano no es alguien que tiene la vida hecha o está muy cercano a la perfección. Estamos a años luz de ser perfectos y batallamos con las mismas cosas que lucha todo el mundo. Como resultado de esto, a menudo necesitamos encontrar lugares de refugio donde podamos ser restaurados y renovados. Para la persona sin Cristo, el refugio puede ser el bar de la esquina, un lugar donde se reúna con amigos y se olvide de sus problemas. Pero, ¿a dónde acude el cristiano? ¿A quién acudimos cuando la adversidad nos golpea y los malos entendidos nos dejan amoratados? La respuesta es la misma que recibieron los antiguos hebreos quienes establecieron para sí mismos «ciudades de refugio». Esos lugares de protección donde recibían sanidad, siguen siendo tan necesarios el día de hoy. Como descubriremos en nuestro estudio de hoy, debemos encontrar ese «dulce refugio» para las víctimas de la tormenta.
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