Tiene sentido esto: Esperar es una parte inevitable de la vida. Ya sea en medio del tráfico intenso o en largas filas para una cita atrasada, nuestra tolerancia tiene un límite muy breve. Cualquier demora es suficiente para perforar la fina capa de nuestra paciencia y hacer que los vapores de la frustración salgan a flote. Cuando esperamos, movemos los pies nerviosamente, revisamos la hora con frecuencia, tamborileamos los dedos o caminamos inquietos de un lado a otro. Una vez que termina la espera, es posible que la frustración disminuya, pero no siempre sucede así.

En este estudio bíblico de Examinando las Escrituras, extraeremos principios prácticos para aplicar mientras permanecemos en la sala de espera del sufrimiento. Pero no estarás sentado en soledad. El Espíritu Santo está contigo mientras esperas, infundiendo tu espíritu con la paciencia que únicamente Él puede producir.

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