¿Quién escribió el libro?

En este libro, el más corto del Antiguo Testamento, parece que el profeta Abdías consideró cada palabra como materia prima de alto valor. Omite cualquier palabra que de alguna manera lo describa a él o a su familia. Por lo tanto, aunque aparecen doce hombres más llamados Abdías en las Escrituras, los eruditos del Antiguo Testamento no pueden identificar con certeza a alguno de ellos como el autor de este libro. Si bien la identidad definitiva de este profeta está bajo un velo de misterio, el énfasis que Abdías pone en Jerusalén a lo largo de esta profecía de juicio sobre la nación extranjera de Edom nos permite, por lo menos, asumir que Abdías era de algún lugar cercano a la ciudad santa en Judá, el reino del sur.

¿Dónde nos encontramos?

Fechar el libro de Abdías con precisión es casi imposible, debido a la escasa información histórica que hay en el texto. En tanto que los eruditos han propuesto varias opciones, el mejor argumento ubica a Abdías en el sexto siglo a. C., después de la invasión babilónica de Judá que ocurrió en el 586 a. C., lo cual lo hace contemporáneo de Jeremías, Ezequiel y Daniel. La pieza de evidencia que brinda el mayor apoyo para esta fecha viene de Abdías 1:10-14, que indica que Edom se deleitó en la invasión de Jerusalén por parte de los babilonios. Aunque Edom era demasiado débil para invadir Judá por su propia cuenta, ellos, sin duda, participaron con otras naciones cuando los vientos de cambio soplaron a su favor.

Si bien Abdías no describe de manera explícita el papel de los edomitas en la invasión babilónica, el libro sí describe el comportamiento violento que los edomitas tuvieron contra sus vecinos, esperando en las carreteras para derribar a los que huían de los invasores de Jerusalén. Los edomitas fácilmente pudieron haber escuchado que las potencias extranjeras estaban invadiendo Jerusalén, y se unieron a la lucha para beneficiarse también al saquear a sus vecinos de Jerusalén.

¿Por qué es tan importante Abdías?

La mayor parte del libro pronuncia juicio sobre la nación extranjera de Edom, lo que hace a Abdías uno de solo cuatro profetas cuya actividad profética se enfocó principalmente en otras naciones (Jonás, Nahúm y Habacuc son los otros). En tanto que algunos de los otros libros proféticos contienen pasajes de juicio contra Edom y otras naciones, el enfoque singular de Abdías apunta a una verdad importante, aunque difícil, sobre la relación de la humanidad con Dios: cuando las personas se alejan de o se oponen al pueblo de Dios, pueden esperar juicio en lugar de restauración al final de la vida.

¿Cuál es la idea central?

El nombre Abdías, que significa «siervo de Yahveh», ofrece un contrapunto interesante al mensaje de juicio que pronunció sobre Edom, vecina de Judá hacia el suroriente. Como siervo de Dios, Abdías se colocó en una posición de humildad ante el Señor. Adoptó esa postura modesta ante el Dios Todopoderoso.

No fue un error que Dios enviara al pueblo de Edom a un hombre llamado «siervo de Yahveh». Edom había sido hallada culpable de orgullo ante el Señor (Abdías 1:3). Se habían considerado más grandes de lo que eran en realidad, lo suficientemente grandes como para ridiculizar, robar e incluso dañar al pueblo escogido de Dios. Sin embargo, el «Señor Soberano», un nombre que Abdías usó para enfatizar el poder total de Dios sobre las naciones, no permanecerá impasible ni dejará que Su pueblo sufra para siempre (Abdías 1:1). A través de Abdías, Dios le recordó a Edom que había maltratado a Su pueblo (Abdías 1:12-14) y prometió redención, no para los edomitas, sino para el pueblo de Judá (Abdías 1:17-18). La nación de Edom, que al final despareció en la historia, sigue siendo uno de los ejemplos primordiales de la verdad que se encuentra en Proverbios 16:18: «El orgullo va delante de la destrucción, y la arrogancia antes de la caída».

¿Cómo aplico esto?

La profecía de Abdías se enfoca en el poder destructivo del orgullo. Nos recuerda las consecuencias de vivir de una manera egoísta y de llevar a cabo nuestros propios sentimientos y deseos sin considerar su impacto en aquellos que nos rodean. ¿Le es difícil poner a un lado sus propios deseos y necesidades en favor de los de Dios y los demás? Aunque ese orgullo ha sido parte de las vidas de los seres humanos caídos desde la tragedia del pecado de Adán y Eva en Edén, Abdías nos ofrece un severo recordatorio de que debemos colocarnos bajo la autoridad de Dios, someter nuestros apetitos a Sus propósitos, y encontrar nuestra esperanza en ser Su pueblo cuando venga la restauración de todas las cosas.

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