¿Quién escribió el libro?

Al igual que Génesis, las primeras tradiciones hebreas nombran a Moisés como la persona con mayor probabilidad y mejor preparación para ser el autor de Éxodo. Varios factores apoyan esta opinión. La educación única de Moisés en las cortes reales de Egipto definitivamente le dieron la oportunidad y habilidad para escribir estas obras (véase Hch 7:22). La evidencia interna (material que se encuentra dentro del mismo texto de Éxodo) le da apoyo adicional a la autoría de Moisés. Por ejemplo, el texto dice: «Entonces Moisés escribió cuidadosamente todas las instrucciones del Señor» (Ex 24:4). Muchas conversaciones, acontecimientos y detalles geográficos podrían ser conocidos solamente por un testigo presencial o un participante. Adicionalmente, otros libros bíblicos se refieren a «la ley de Moisés» (1 Re 2:3; véase también Jos 1:7), indicando que Éxodo, que incluye reglas y ordenanzas, fue escrito por Moisés. El mismo Jesús introdujo una cita de Éxodo 20:12 y 21:17 afirmando que Moisés fue la fuente del mandamiento (Mc 7:10), confirmando Su propia comprensión sobre el autor del libro.

El título de este libro surge de la Septuaginta (la antigua traducción griega del Antiguo Testamento). El término griego exodus significa «una salida», y el título surge del acontecimiento principal que se encuentra en el libro: el Éxodo, o la liberación de la nación israelita de la esclavitud y su salida de Egipto, logradas por la mano de Yahveh, el Dios de sus antepasados.

¿Dónde nos encontramos?

Éxodo comienza en una región egipcia llamada Gosén. Después, el pueblo salió de Egipto y, según se cree tradicionalmente, se desplazó hacia el extremo sur de la península de Sinaí. Acamparon en el monte Sinaí, donde Moisés recibió los mandamientos de Dios.

El libro cubre un período de aproximadamente ochenta años, desde poco después del nacimiento de Moisés (c. 1526 a. C.) hasta los acontecimientos que ocurrieron en 1446 a. C. en el monte Sinaí.

¿Por qué es tan importante Éxodo?

En Éxodo somos testigos de que Dios sigue cumpliendo Sus promesas a Abraham, Isaac y Jacob. Aunque los hijos de Israel fueron esclavizados en una tierra extranjera, Dios los llevó milagrosa y dramáticamente a la libertad. Luego estableció a Israel como una nación teocrática, bajo Su pacto con Moisés en el monte Sinaí. Las diez plagas, la Pascua, la división del mar Rojo, la temible majestad de
la presencia de Dios en el monte Sinaí, la entrega de los diez mandamientos, la construcción del tabernáculo: todos estos acontecimientos de Éxodo son fundamentales para la fe hebrea, y dan un trasfondo y contexto esencial para ayudar a los lectores de las Escrituras a entender el mensaje de redención de la Biblia. La frecuencia de las referencias a Éxodo hechas por varios escritores bíblicos, e incluso en las propias palabras de Jesús, testifica de su importancia.

¿Cuál es la idea central?

El tema general de Éxodo es la redención: la forma en que Dios libró a los israelitas y los convirtió en Su pueblo especial. Después de rescatarlos de la esclavitud, Dios proveyó la ley, que dio instrucciones acerca de cómo el pueblo podía consagrarse, o ser santo. Estableció un sistema de sacrificios que guiaba a Su pueblo en el comportamiento apropiado para la adoración. Igual de importante, Dios proveyó instrucciones detalladas sobre la construcción de Su tabernáculo, o carpa, donde Su presencia reposaría en medio de Su pueblo. Él pretendía vivir entre los israelitas y manifestar Su gloria shekina (Ex 40:34-35), otra prueba de que ellos, en efecto, eran Su pueblo.

El pacto mosaico, revelado inicialmente con el Decálogo (los diez mandamientos), da la base de las creencias y prácticas del judaísmo, desde las costumbres comunes para comer hasta los reglamentos complejos para la adoración. A través de la ley, podemos ver claramente que todo en la vida se relaciona con Dios. Nada está fuera de Su jurisdicción.

¿Cómo aplico esto?

Al igual que los israelitas en el desierto, todos los creyentes en Cristo son redimidos y consagrados a Dios. Bajo el pacto mosaico, la gente sacrificaba anualmente animales sin defectos, según regulaciones específicas, para que sus pecados fueran cubiertos. «Pero — nos dice el autor del libro de Hebreos del Nuevo Testamento— en realidad, esos sacrificios les recordaban sus pecados año tras
año. Pues no es posible que la sangre de los toros y las cabras quite los pecados» (Hb 10:3-4). Sin embargo, el sacrificio de Jesús en la cruz cumplió la ley. Como el Cordero de Dios perfecto, Él quitó nuestros pecados de manera permanente cuando se sacrificó por nosotros. «Pues la voluntad de Dios fue que el sacrificio del cuerpo de Jesucristo nos hiciera santos, una vez y para siempre» (Hb 10:10).

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