¿Quién escribió el libro?

Jeremías era de la pequeña aldea de Anatot en Judá, y le dictó a su secretario, Baruc, profecías del Señor para el pueblo de Judá. Jeremías nació en una familia de sacerdotes, pero en lugar de llamarlo a ser sacerdote, Dios eligió a este hombre de valor innegable para que le hablara al pueblo de Judá en Su nombre, aunque sabía que ellos no escucharían.

Jeremías probablemente era un adolescente cuando comenzó a profetizar, y continuó en el mismo oficio por el resto de su vida adulta, por lo menos durante cuarenta años. Debido a que el pueblo le prestó poca atención a su mensaje, las profecías de Jeremías revelan una gran profundidad emocional, especialmente tristeza por la difícil situación del pueblo de Dios y por sus propios problemas personales (Jr 12:1-4; 15:10).

¿Dónde nos encontramos?

El ministerio de Jeremías comenzó en 627 a. C. y terminó alrededor de 582 a. C. con su profecía para los de Judea que habían huido a Egipto (Jr 44:1-30). Durante la mayor parte de este tiempo, el ministerio de Jeremías tuvo su base en Jerusalén. El reino del sur de Judá cayó durante el ministerio profético de Jeremías (586 a. C.), habiendo sido amenazado por muchos años por poderes extranjeros: primero por Asiria y Egipto, y luego por Babilonia, que al final lo conquistó.

A Jeremías le tocó dirigirse a una nación que se precipitaba hacia el juicio de Dios. Puede ser que el pueblo de Dios sintiera temor del futuro a medida que los poderes extranjeros se acercaban, pero en lugar de responder con humildad y arrepentimiento, el pueblo de Judá en esencia hizo caso omiso de los mandamientos del Señor y del peligro creciente que resultó de su desobediencia.

¿Por qué es tan importante Jeremías?

El libro de Jeremías nos ofrece una perspectiva única de la mente y el corazón de uno de los siervos fieles de Dios. En él, podemos percibir cómo el papel profético de Jeremías afectó su mente y corazón, y lo pinta no meramente como un profeta que fue llevado a la escena para entregar el mensaje de Dios, sino también como un ser humano de carne y hueso que sentía compasión por su pueblo, deseaba el juicio para los malhechores y, a la vez, se preocupaba por su seguridad personal.

Jeremías nos da el vistazo más claro de cómo va a ser el nuevo pacto que Dios tiene planeado para restaurar Su pueblo a Él, pacto que vemos cumplido en Cristo. Este nuevo pacto sería el medio por el que se restauraría el pueblo de Dios. Él pondría Su ley dentro de ellos, escribiéndolo en corazones humanos en lugar de tablas de piedra. Por medio de Jeremías, Dios prometió que un día Su pueblo ya no se acercaría a Él mediante una ubicación fija como el tempo, sino que el pueblo lo conocería directamente y Él perdonaría sus pecados (Jr 31:31‑34). Estas promesas se cumplieron en la persona de Su Hijo, Jesucristo (véase Hb 8:6).

¿Cuál es la idea central?

Debido a que Jeremías profetizó en los años finales de Judá, antes de que el pueblo de Dios fuera exilado a Babilonia, tiene sentido que el tema predominante del libro sea el juicio. De hecho, los primeros 45 capítulos se enfocan principalmente en el juicio que le llegará a Judá por su incredulidad y desobediencia. Sin embargo, la gracia también está presente en estos acontecimientos. La caída de Jerusalén ocurre casi novecientos años después del pacto original entre Dios y los israelitas en el desierto de Sinaí (Ex 24). Semejante período extendido es testimonio de la gran paciencia y misericordia de Dios al ofrecerle a Su pueblo la oportunidad de apartarse de su estilo de vida pecaminoso, un estilo de vida que comenzaron no mucho después de que Él hiciera el pacto original con ellos (Ex 32).

¿Cómo aplico esto?

Ver la paciencia de Dios con Su pueblo en el Antiguo Testamento nos recuerda que Dios siempre ha sido y continúa siendo misericordioso. Ver que Su pueblo escogido ignoró, de manera regular, el pacto que Él había hecho con ellos durante la mejor parte de un milenio sin sufrir muerte y destrucción inmediata debería darnos esperanza en nuestras propias luchas por vivir bien para Dios. Aunque le fallemos, Él es paciente con nosotros, obrando en nosotros para lograr lo mejor para nuestras vidas. El libro de Jeremías también nos recuerda que, con toda seguridad, el final vendrá. Esta verdad debería estimularnos a buscar y a obedecer a Dios sin condiciones. ¿Lo seguirás a Él?

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