¿Quién escribió el libro?

El nombre Josué significa «el Señor salva», un nombre apropiado para el hombre que guio a Israel, bajo las órdenes de Dios, a la conquista victoriosa de la Tierra Prometida. Los eruditos creen que el mismo Josué, o un escriba bajo su dirección, escribió la mayor parte del libro. Los primeros capítulos incluyen experiencias de primera mano (observe que la palabra darnos en Josué 5:6 se refiere a nosotros, por ejemplo) y detalles dignos de ser conocidos y registrados por un general. Josué 24:26 describe al mismo Josué escribiendo una porción del libro. Después de la muerte de Josué, un sacerdote o escriba pudo haber agregado algún material complementario sobre los acontecimientos posteriores a la conquista (Jos 15:13-19; 19:47; 24:29-33; véanse también Jc 1:12-13; 18:27-29).

¿Dónde nos encontramos?

Los acontecimientos del libro de Josué abarcan alrededor de veinticinco años, comenzando poco después de la muerte de Moisés (Jos 1:1), alrededor de 1405 a. C., pero antes de que la conquista comenzara. La conquista de Canaán duró alrededor de siete años, y el discurso final de Josué y su muerte posterior ocurrieron casi veinte años después. El libro comienza con la nación de Israel en espera, a la orilla del río Jordán al lado opuesto de Jericó. Registra los detalles de numerosas campañas militares que derrotaron a los habitantes de la tierra. Luego termina cuando Josué reúne a la nación para dar su exhortación final.

Esta historia fue escrita para los israelitas victoriosos que se habían asentado en la tierra. Aunque acababan de establecerse como conquistadores, Dios le recordó a Josué que la conquista estaba incompleta: «Todavía queda mucha tierra por conquistar» (Jos 13:1).

¿Por qué es tan importante Josué?

El libro de Josué registra la culminación del viaje de Israel a la Tierra Prometida. Aquí vemos a Dios cumplir Su promesa de entregar la tierra de Canaán a los descendientes de Jacob (Gn 35:12). Josué representa al Señor como su General, Aquel que guiaría a Su gente en batalla victoriosa si ellos
confiaban en Él y lo obedecían.

Josué relata una historia de contrastes: la fidelidad completa de Dios en contraste con la obediencia parcial del pueblo. Por un lado, Dios les dio la tierra que Él había prometido. Por otro lado, el pueblo
falló en poseer la tierra completamente, permitiendo que se quedaran algunos de los habitantes originales. Dios cumplió Su parte del trato, pero los israelitas no terminaron el trabajo. Como resultado, con el paso de los años los cananeos sobrevivientes influyeron en el pueblo de Israel de manera negativa.

En este libro también encontramos relatos de fidelidad, como las historias de Rahab la prostituta (Jos 2:1-21), la batalla de Jericó (Jos 6:1-27) y Caleb el guerrero (Jos 14:6-14). También presenciamos la desobediencia y sus consecuencias: el pecado de Acán y la derrota resultante en Hai (Jos 7:1-5), el fracaso de algunas tribus en cuanto a aniquilar a los enemigos como lo ordenó Dios, e incluso el tratado que Josué hace con los gabaonitas sin buscar primero al Señor (Jos 9:1-27).

¿Cuál es la idea central?

El libro de Josué fue escrito para los descendientes de aquellos que conquistaron la tierra como un relato histórico de cómo su pueblo había llegado a establecerse allí. Celebra a Dios como General, Defensor y Rey. Muestra los límites geográficos entregados a cada tribu de Israel. Además, el libro de Josué sirve como relato de conexión entre los días de Moisés con los días de los jueces, durante los cuales el libro circuló por primera vez. Al guiar al pueblo en su entrada a la tierra, Josué concluyó victoriosamente la obra que Moisés había comenzado. Las promesas de Dios a lo largo de los siglos se estaban cumpliendo ante los ojos del pueblo: «Ni una sola de todas las buenas promesas que el Señor le había hecho a la familia de Israel quedó sin cumplirse; todo lo que él había dicho se hizo realidad» (Jos 21:45).

¿Cómo aplico esto?

Los últimos versículos de Josué narran tres entierros: el de Josué (Jos 24:29-30), el de los huesos de José (Jos 24:32) y el de Eleazar, el sumo sacerdote (Jos 24:33). Por extraño que pueda parecer, estos entierros proclaman el carácter de Dios. Los tres hombres estaban relacionados con los días de Israel en cautiverio (José mucho antes, cuando la familia de Jacob acababa de establecerse en Egipto, y Josué y Eleazar como jóvenes en el largo viaje por el desierto). Ahora los tres yacen enterrados en la tierra de la promesa como testimonios de la fidelidad de Dios.

Dios es el supremo cumplidor de promesas. Tan fiel y presente como lo fue con Israel, así lo es con nosotros. «¡Sé fuerte y valiente! No tengas miedo ni te desanimes, porque el Señor tu Dios está contigo dondequiera que vayas» (Jos 1:9).

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