¿Quién escribió el libro?

El profeta Miqueas solo se identificó por su pueblo natal: Moreset-gat (Mi 1:1, 14), que se ubicaba en las estribaciones entre Filistea y Judá, como a cuarenta kilómetros al suroccidente de Jerusalén. Ya que Miqueas vivía mayormente en una parte agrícola del país y fuera de los centros de poder gubernamental de su nación, él era el mensajero perfecto para transmitir una fuerte preocupación a favor de los humildes y menos afortunados de la sociedad: los lisiados, los que habían sido desterrados y los que estaban de duelo (Mi 4:6). Por lo tanto, gran parte de la profecía de Miqueas estaba dirigida a los líderes poderosos de Samaria y Jerusalén, las ciudades capitales de Israel y Judá respectivamente (Mi 1:1).

¿Dónde nos encontramos?

Miqueas, siendo contemporáneo de Isaías y Oseas, profetizó durante los años cruciales antes de la caída trágica de Israel ante el Imperio asirio (722 a. C.), un acontecimiento que él predijo (Mi 1:6). En la introducción de su libro, Miqueas indica que estaba profetizando durante los reinados de Jotam, Acaz y Ezequiel en Judá (Mi 1:1), pero no menciona la simultánea serie de reyes deshonrosos que reinaron sobre Israel en los años previos al fin del reino del norte.

Durante este período, en tanto que Israel se colapsaba por los efectos de un liderazgo malvado e infiel, Judá parecía estar en un recorrido de montaña rusa: una generación ascendía a las alturas de su destino, pero la siguiente caía en el abatimiento. En esta época en Judá, los reyes buenos y los malos se alternaron, un patrón visto en los reinados de Jotam (bueno; 2 Re 15:32-34), Acaz (malo; 2 Re 16:1-4) y Ezequías (bueno; 2 Re 18:1-7).

¿Por qué es tan importante Miqueas?

El libro de Miqueas proporciona una de las profecías más significativas en todo el Antiguo Testamento acerca del nacimiento de Jesucristo: con unos setecientos años de anticipación, señala Su lugar de nacimiento, Belén, y Su naturaleza eterna (Mi 5:2).

Además de esta profecía acerca del nacimiento de Jesús, el libro de Miqueas proporciona una de las imágenes mejor articuladas del futuro del mundo bajo el reinado del Príncipe de Paz. En este reino futuro, llamado el reino milenial, todos los pueblos vivirán juntos en paz y seguridad (Mi 4:3-4) y vendrán a Jerusalén para adorar al Rey gobernante, Jesús (Mi 4:2). Debido a que estos acontecimientos aún no han ocurrido, todavía esperamos el reino milenial que vendrá en algún tiempo futuro.

¿Cuál es la idea central?

Gran parte del libro de Miqueas gira alrededor de dos predicciones importantes: una de juicio sobre Israel y Judá (Mi 1–3), y la otra sobre la restauración del pueblo de Dios que ocurrirá en el reino milenial (Mi 4–5). El juicio y la restauración inspiran miedo y esperanza, dos ideas envueltas en la secuencia final de la profecía de Miqueas, una escena en una sala de tribunal en la que el pueblo de Dios va a juicio ante su Creador porque ha dado la espalda a Dios y a los demás (Mi 6–7). En esta secuencia, Dios le recuerda al pueblo las buenas obras que Él hizo por ellos y cómo Él se interesó por ellos, en tanto que ellos solo se interesaron en sí mismos. No obstante, en vez de dejar al pueblo de Dios con el temor y el aguijón del juicio, Miqueas concluye apelando al Señor como su única fuente de salvación y misericordia (Mi 7:7), y él dirige al pueblo hacia una esperanza eterna en su Dios eterno.

¿Cómo aplico esto?

Gran parte de la denuncia que Miqueas levanta contra Israel y Judá consiste en las injusticias que estas naciones estaban cometiendo contra los vulnerables: tratos injustos en los negocios, robos, maltrato de las mujeres y los niños, y gobiernos que vivían con lujos a costa del trabajo arduo del pueblo. ¿Dónde ves injusticia a tu alrededor, o incluso en tu propio estilo de vida? ¿Quiénes son los humildes a los que podrías ayudar? ¿Necesitas que se te llame al arrepentimiento, así como lo necesitaron los pueblos de Israel y Judá?

Para muchos de nosotros, la súplica vehemente de Miqueas para que el pueblo escogido de Dios se arrepienta llegará hasta la médula. La mayoría de nosotros no tomamos decisiones a diario con la intención de herir a otras personas ni buscamos maneras de llevar a cabo injusticias. Más bien, lo hacemos por costumbre. Permitamos que las palabras de Miqueas nos despierten de nuestra apatía frente a la injusticia y la falta de mostrar bondad a los demás, y esforcémonos por lograr un mundo que se asemeje más al reino milenial armonioso que ha de venir.

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