¿Quién escribió el libro?
Pablo ministró en Filipos durante su segundo viaje misionero, y pasó suficiente tiempo allí como para plantar una iglesia. Mientras estuvo allí, se metió en problemas por expulsar un demonio, y luego fue encarcelado (Hch 16:11-40). Esta visita se dio como resultado de una visión que había tenido en la ciudad de Troas, justo al otro lado de la esquina nororiental del mar Egeo (Hch 16:8‑10). El ministerio de Pablo en Filipos dio inicio a la difusión del evangelio en Macedonia.
Durante su primera estadía en Filipos, Pablo llevó a la fe en Cristo a personas que formarían el núcleo de una congregación floreciente en la ciudad. Entre ellos estaban Lidia, una mujer de negocios que le abrió su hogar a Pablo y a sus compañeros de trabajo (Hch 16:13-15), y un carcelero filipense que llegó a la fe después de que un terremoto abrió milagrosamente la prisión
que este vigilaba (Hch 16:22-34). Pablo hizo otra visita breve a la ciudad en su tercer viaje misionero (Hch 20:6).
¿Dónde nos encontramos?
De las cuatro Epístolas de la prisión, es probable que Filipenses fuera la última que Pablo escribió, en el 61 o el 62 d. C., cerca del final de su arresto domiciliario en Roma. Pablo había enviado las otras tres Epístolas de la prisión —Efesios, Colosenses y Filemón— por medio de Tíquico (y Onésimo) porque los destinatarios de esas cartas vivían cerca unos de otros. Sin embargo, la Carta a los Filipenses fue llevada por Epafrodito, pues este había ido a Roma para entregar a Pablo ayuda financiera proveniente de la iglesia de Filipos (Flp 2:25; 4:18). Durante su tiempo en la ciudad capital, Epafrodito se enfermó. Eso atrasó su regreso a casa y también la entrega de esta carta (Flp 2:26-27).
¿Por qué es tan importante Filipenses?
El apóstol Pablo no escribió Filipenses en respuesta a una crisis, como lo hizo con Gálatas y Colosenses. Más bien, la escribió para expresar su aprecio y afecto por los creyentes filipenses. Más que cualquier otra iglesia, los creyentes de Filipos le
habían ofrecido a Pablo ayuda financiera para su ministerio (2 Co 8:1-5; Flp 4:15-18). El afecto de Pablo por esta iglesia es evidente a lo largo de la carta, mientras los anima a practicar su fe con alegría y unidad (Flp 1:3-5, 25-26; 4:1).
¿Cuál es la idea central?
Filipenses rebosa de pasajes que son citados con frecuencia: «Dios, quien comenzó la buena obra en ustedes, la continuará hasta que quede completamente terminada el día que Cristo Jesús vuelva» (Flp 1:6); «Pues, para mí, vivir significa vivir para Cristo y morir es aún mejor» (Flp 1:21); y «Todo lo puedo hacer por medio de Cristo, quien me da las fuerzas» (Flp 4:13). Estos son solamente unos cuantos ejemplos. Sin embargo, el retrato de Jesucristo como un siervo humilde (Flp 2:5-11) sirve de enfoque central en la enseñanza de Pablo en esta carta.
La alegría de Pablo al solo pensar en la iglesia filipense es innegable. Él quería que los destinatarios también poseyeran la misma alegría. Para guiar a los filipenses a la fuente de todo gozo, Pablo los llevó directamente a Jesús, y les enseñó que una comunidad de creyentes que viven en armonía unos con otros solo nace de la humildad mutua que toma su ejemplo del Salvador. Pablo escribió que él estaba derramando su vida como una ofrenda en el nombre de Cristo, lo cual lo llevó a encontrar gran gozo y contentamiento en el servicio al Señor. Su carta a los filipenses les mostró que, al centrar sus vidas en Cristo, ellos también podrían vivir con alegría genuina.
¿Cómo aplico esto?
Aunque todos tenemos muchas cosas por las que estar agradecidos, el ritmo y las presiones de la vida a menudo nos quitan la alegría. Con los hombros caídos y las cabezas inclinadas, algunos días, o a veces meses, nos parecen difíciles de soportar. Desesperados, a menudo buscamos alegría de muchas maneras diferentes: adquiriendo posesiones, yendo de paseo o de visita. No obstante, nada de eso puede proveer alegría duradera. Piénsalo un momento: ¿dónde tratas de encontrar alegría en medio de circunstancias difíciles?
Pablo sabía, y lo sabían también los filipenses, que el gozo genuino solo se encuentra a través de una fe humilde en la obra salvadora de Jesucristo. Eso ocurre cuando nos unimos en armonía con otros creyentes y servimos a los demás en Su nombre. Esa era la vida que experimentaron los creyentes filipenses, y es una vida que está disponible para nosotros hoy. Permite que la alegría que encuentras en Cristo te mantenga alejado de riñas y divisiones inútiles, y, en lugar de eso, te permita desarrollar relaciones armoniosas en el pueblo de Dios.