El Adviento tiene un ritmo particular. A lo largo de cuatro semanas, encendemos una vela tras otra en la corona de Adviento, llenando nuestros hogares y corazones de luz. Cada vela representa un aspecto clave de la venida del Mesías: esperanza, paz, gozo y amor. Y mientras la llama de cada vela crece en intensidad, también debería aumentar nuestra expectativa por el milagro de la Navidad. Este tiempo especial nos permite hacer una pausa en medio del bullicio de la vida moderna y redirigir nuestra atención a lo esencial: el misterio de la encarnación, cuando «la Palabra se hizo hombre y vino a vivir entre nosotros» (Juan 1:14).