«Los primeros nueve años de nuestro matrimonio fueron un constante combate mano a mano», comentó un esposo. Si se pusiera de manifiesto la verdad, no solamente algunos sino la mayoría de los matrimonios revelarían periódicas escaramuzas y ocasionales guerras declaradas. Con frecuencia, la guerra del matrimonio se libera en las trincheras de la beligerancia y del mal carácter. Algunas batallas son «ataques nocturnos» o asaltos sorpresivos. En otros casos, se trata de una guerra fría de estoico silencio. También se emplean crueles métodos de tortura, como la crítica pública, amenazas atemorizadoras, intimidación, sarcasmos desagradables y comentarios odiosos destinados a humillar o acabar con el cónyuge. Estas tácticas son populares, pero son malas porque son injustas y jamás conducen a la paz doméstica. Quizás sea imposible erradicar completamente las peleas, pero en el estudio de hoy, nos proponemos aprender por qué pelean las parejas y, luego, qué reglas permiten mantener las peleas limpias, sanas y beneficiosas.
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