Dios no anda con prisas. Él cuidadosa y minuciosamente lleva a cabo el plan que se fija en mente. Desde la salida del sol hasta su puesta, Dios se toma el tiempo necesario para llevar a cabo Su voluntad soberana. Que diferente a nosotros que somos impacientes, ansiosos e impulsivos, siempre preguntándonos por qué las cosas no suceden tan rápido como queremos. Algunas veces nos olvidamos de las palabras del Salmo 115:3, que dice: «Nuestro Dios está en los cielos y hace lo que le place». Y le plació al Padre enviar a Su Hijo a nuestro mundo corrompido en el tiempo perfecto. En el pasado eterno, Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo pusieron en marcha el plan de la redención sin prisas. Y la paciencia de Dios y precisa preparación dieron como resultado la llegada de Jesús el día de Navidad.
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