Pedro era un hombre práctico y realista. Sin duda le ayudó el hecho de estar casado y su trasfondo como pescador. Antes de abandonar la familiaridad de su trabajo en el lago, su vida consistía de cosas tangibles y prácticas: barcos, redes, peces, sostener una familia, trabajo duro, competencia y una larga lista de otras realidades. Consecuentemente no debe sorprendernos que su personalidad y su manera de escribir reflejen estas características. Por no moverse en círculos de eruditos, a Pedro no le interesaban los debates teológicos. La vida no se debate, se vive. Si una situación urgente exigía acción, Pedro no iba a convocar un comité para estudiar las alternativas. Simplemente dejaba a un lado todo el papeleo de la burocracia y aplicaba las manos a la masa. Por ello, cuando el gran pescador tomó su pluma para escribir sobre los santos que sufrían, no se sale por la tangente. Cuando habla de la realidad del fin de los tiempos, resume un plan de juego práctico y contundente en vez de presentar opciones y dar un discurso elocuente.
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