Escuchar un sermón que carece de imaginación es cómo darse un baño en la regadera con un impermeable puesto: es aburrido, seco y sin sentido. Muchas veces nos es difícil procesar en nuestras mentes escenas que ya hemos escuchado anteriormente, escenas que nos son tan familiares debido a que, de tanto escucharlas, se vuelven monótonas y aburridas. Mentalmente nos decimos, «Otra vez el mismo cuento. . . siempre lo mismo». Pero es precisamente allí donde nuestra imaginación juega un papel importante. La imaginación da vida, color y belleza a lo que de otro modo permanecería aburrido, seco y sin sentido. Por esa razón, al contar de nuevo una historia tan familiar para nosotros, como lo es la historia de la Navidad, es necesario hacer uso de nuestra imaginación. Comenzaremos imaginando por un momento haber sido María, aquella joven adolescente judía del siglo primero. ¿Qué pasaría por su mente y cuáles serían sus sentimientos si usted hubiese sido la virgen María?
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