El filósofo griego Platón en su obra llamada Apología de Sócrates, escribió lo siguiente: «una vida no examinada no es digna de ser vivida». La auto examinación ya es suficientemente dolorosa, como para añadirle el ser examinados por otros. Sin embargo, ya sea que seamos inspeccionados por nosotros mismos, por otras personas, o por Dios, la examinación interior es el proceso de refinamiento mediante el cual nuestros corazones se mantienen puros. El rey David fue conocido como «un hombre conforme al corazón de Dios» (Hechos 13:22), no porque fuera perfecto, sino porque reconoció que el escrutinio diagnóstico de Dios era necesario. Él siempre estaba dispuesto a subirse a la mesa de operaciones de Dios para que el Creador realizara la cirugía exploratoria necesaria. Esta fue una característica redentora en su vida. Y ciertamente lo es en las nuestras también.

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