Un porcentaje muy pequeño de niños nace con una rara enfermedad hereditaria. Esa enfermedad es conocida como disautonomía familiar. Esta enfermedad impide que los bebés que la padecen sientan cualquier tipo de dolor. A simple vista esto pareciera ser una bendición. Pero la tragedia es que esta criatura recibirá cortadas, quemaduras y hasta huesos rotos y no sentirá nada. Y esto resulta muy dañino para él o ella. De cierta forma, el dolor puede ser algo bueno. Este puede ser el sistema de Dios para avisarnos que algo anda mal, o puede ser una señal de algo bueno que está en transición. El dolor con frecuencia parece no tener propósito alguno, pero Dios nos asegura que siempre lo tiene. Pablo trató de asegurar a los tesalonicenses que su dolor tenía un propósito; que el dolor era parte del programa de Dios en la escuela de la vida.
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