Dice la Palabra de Dios que mientras estaban allí se cumplieron los días de dar a luz, y María dio a luz al Hijo de Dios y lo envolvió en pañales. Ellos miraron a aquel pequeño niño que era el Hijo de Dios. José tenía que mirarlo y convencerse de que no había ningún parecido a él, y María tenía que mirarlo y saber que esa era la expresión misma de Dios. Tenían que pensar que por primera vez escuchaban el llanto de Dios a través de una garganta humana. Por primera vez podían ver las lágrimas de Dios. El Dios infinito metido en el vientre materno, eso es sorprendente. Allí en ese establo, por primera vez vino Dios a este mundo. Había llegado a ellos Emanuel. El nombre NO le da poder, pero ciertamente Él le da poder al Nombre.

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