Próspera, activa y atractiva, la ciudad de Sardis exhibía todas las características de la grandeza humana; incluyendo el orgullo. La iglesia de Sardis copió sus señales de la ciudad; tenía todas las marcas externas de una vida atareada y productiva. Pero las señales de la decadencia habían empezado a aparecer internamente, dejando sus días de gloria perdidos en la memoria de lo que había sido. «Viva» según las normas del mundo pero «muerta» a los ojos de Dios. El Señor Jesús llamó a la iglesia de Sardis a “¡despertarse!” De la misma manera, Cristo también está llamándonos a dejar de quedarnos dormidos al volante de nuestra vida cristiana, y a despertarnos a una jornada real y vibrante con Él.
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